miércoles, 6 de julio de 2011

Somos más de lo que ves hoy querida Venezuela

Somos más que una playa bonita, que unos llanos imponentes o unas montañas mágicas. En algún momento pensé que mostrando esas bellezas naturales nuestras, por las cuales debemos estar infinitamente agradecidos a Dios, podía ser una vía para alcanzar nuestro objetivo con el proyecto Plan A. Hoy no pienso así, porque tengo que insistir en decir que si no somos, entonces tenemos que ser mucho más que eso.

¿Nos merecemos este hermoso país? ¿De verdad nos merecemos la infinidad de cosas por las que somos potencialmente ricos (me refiero a riquezas materiales): petróleo, minerales, atractivos turísticos, etc.?
Si no tuviéramos todo eso, ¿seríamos menos venezolanos?

O por el contrario, ¿estamos conscientes que nuestra principal riqueza tiene que ser nuestra gente, nuestra historia, la sangre india, negra, española, mestiza, que corre por nuestras venas? ¿Fundamos nuestra riqueza en los valores que sembramos en nuestros niños?, los de ayer que hoy somos nosotros, y los de hoy que mañana nos preguntarán ¿qué hiciste por mi futuro?

Mientras escribo estas líneas pienso en cómo haré para sacar de mi alma tantas cosas que quisiera decir, sin sonar demasiado idealista o demasiado “revolucionaria”. ¡Que palabra esta! Cómo nos persigue, nos atormenta, nos produce un sinfín de sentimientos. Pues creo que tengo que atreverme a decir que la única revolución en la que yo creo es la del Amor, la que no necesita usar armas ni mentiras para conseguir sus objetivos. Porque cuando los objetivos son el bien común, la igualdad de oportunidades, la educación para promover el pensamiento libre, la formación para el trabajo, y así todas esas cosas que hacen de la convivencia humana algo “extraordinario”; las ideologías dejan de ser imposiciones si no propuestas, las batallas son de ideas no de balas, el diálogo es la premisa no la intransigencia. Nadie tiene que temerle a estas cosas, todos los seres humanos en lo más profundo de nuestro ser tenemos la semilla del bien, y anhelamos vivir sobre esta tierra en paz. Y pienso que en nuestro pedacito de tierra, llamado Venezuela, no es una locura aspirar a estas cosas.

Pero ojo, no nos equivoquemos en pensar que nuestros problemas sólo giran en torno a un Gobierno, y que será otro gobierno el que nos salve. Eso no ha sido, ni es, ni será así nunca. Hasta que no nos grabemos en el corazón y en la mente que somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de cambiar las cosas, nada va a pasar. Cambiarán las caras y tal vez (ojalá) los discursos y las acciones, pero nuestra mentalidad como pueblo seguirá dependiendo de que alguien más nos dicte la pauta, nos indique el camino. En cambio podemos ser nosotros mismos quienes hagamos el mapa para llegar a donde queremos, y le indiquemos a esos líderes que estarán ahí para marcar la ruta que nosotros escojamos, que trabajarán para que el pueblo llegue a donde se proponga llegar y más allá.

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