miércoles, 6 de julio de 2011

Caballo viejo caracha!

“Lucero de la mañana, préstame tu claridad, para alumbrarle los pasos a mi amante que se va”,  ¿quién no se emociona cuando escucha esta canción?

El maestro Simón Díaz es uno de esos tesoros nuestros que brillan en el mundo entero y del cual nos sentimos más que orgullosos. Creo que no me equivoco cuando digo que todos sabemos de quien hablo, y sabemos que hizo este hombre durante toda su vida. Sigue entre nosotros, protegido por el amor de su familia y la oración de todos sus “sobrinos” a quienes nos enseñó tanto el tío Simón.

¿Por qué me detengo a hablar un poquito de este personaje? De este gran venezolano que ama a su país como nadie y pasó su vida difundiendo una riqueza cultural que todavía hoy muchos no valoran. Porque hombres como él son los que hacen falta hoy, humildes, sencillos, honestos, trabajadores, enamorados de su tierra, sensibles, y con la determinación de mostrar al mundo las cosas más bonitas que tenemos.

Recientemente tuve la suerte de presenciar un tributo que rinde otro grande de nuestra música, Ilan Chester, al tío Simón. Yo honestamente sólo puedo decir que almas como la de Simón Díaz son el regalo más hermoso que Dios le ha dado a Venezuela. Algunas notas que tomé en el teatro, mientras todavía podía escribir sin que las lágrimas me lo impidieran, son frases que compartió con el público su hija Bettsimar y que me marcaron muchísimo porque tienen la fuerza y la inspiración que hoy me mantienen de pie con este proyecto: “El plan B es repetir el plan A, trabajar, creer, cantar, componer, abrazar a la gente, volver a creer”, “Debemos ser buenos herederos, la herencia está ahí, nosotros debemos honrarla”, en referencia al legado cultural para la humanidad que ha dejado Simón Díaz, no sólo para Venezuela, trasciende a la humanidad.

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