domingo, 18 de noviembre de 2012

La señora "inseguridad"


Palabras desordenadas e insistentes: inseguridad, miedo, muerte, resignación.
Un número más. ¿Porqué contar los muertos?
Tengo que dejar un testamento porque hoy puedo no volver a casa.
No quiero que me llores, yo lloro por ti.
Nadie vale más que nadie.
La vida y la muerte.

Esa noche al volver a casa me estaba esperando el monstruo en la complicidad de la noche y el silencio. Los segundos iniciales iban a marcar mi destino, la vida o la muerte. Pude mantener la calma por razones que desconozco, los nervios y el terror no le ganaron la batalla a mis ganas de vivir y al instinto de supervivencia. Diálogos bizarros, palabras como una pelota de ping-pong iban y venían, preguntas rápidas y respuestas cortas; ¿dónde vives? ¿con quien? ¿quién te regaló ese reloj? ¿dónde trabajas?

Una frase sin pensar, cambió la actitud de mis captores: mi mamá se me acaba de morir y ahora me pasa esto…no era verdad, no sé porqué lo dije pero salió de mi boca. Cálmate que no te va a pasar nada mami, déjanos pensar que vamos a hacer contigo. La película de mi vida frente a mí, éste puede ser el final. Ya no me apuntaba la pistola en el estómago, la guardó y me tapó con una chaqueta en el puesto trasero de mi carro. Desde lo último que pude ver y guiándome por la brújula interna sabía que estábamos saliendo de Caracas en dirección noreste. Un camino rústico, al rato nos detuvimos. Pasó una hora, surgieron conversaciones donde participé con miedo pero tranquila. Nosotros hacemos esto porque nadie nos da trabajo, no pudimos estudiar, y así un guión al mejor estilo de la película “Secuestro Express”. Yo solo pensaba, no me quiero morir así, y si me dejan aquí que voy a hacer, no me sé el teléfono de nadie y mi familia está lejos, en otra ciudad. Piensa, cálmate, respira, sigue pensando. Todas las oraciones que me sé y las que no también las repetí mil veces. Recordé un número telefónico, ahora no se me puede olvidar y lo repito mentalmente hasta el cansancio. Les dije ustedes se arriesgan demasiado, pueden morir en cualquier momento y quien va a ayudar a esa familia por la que dicen estar haciendo esto. No les demostré odio porque no lo sentía, y el miedo que dejé salir fue en muchos momentos fingido para hacerles sentir que tenían el poder, lo cual era la única verdad en ese momento, ellos iban a decidir hasta cuando podía yo respirar y seguir con vida. Es hora de regresar me dicen, relájate que no te vamos a hacer nada. Hasta bromearon conmigo, y con la posibilidad de que nos volviéramos a encontrar en un atraco, “nos vamos a rumbear contigo vale” y yo: si claro, por dentro quería llorar y gritar.

Así terminó la historia en una calle solitaria cerca de mi casa “para que no me fuera a perder”, me dejaron en mi carro y se fueron con sus panas en otro carro que siempre nos estuvo siguiendo. Antes de irse uno de ellos volvió para pedirme disculpas porque habían botado mi monedero cuando el cajero no quiso darles plata, esto no puede ser verdad decía en mi cabeza. Chao pues, acuérdate que sabemos dónde vives, no te vayas a poner cómica yendo a la policía. Está bien, gracias por dejarme vivir, que Dios los proteja. Se llevaron mi teléfono, mi reloj, mi cadena y el poco dinero que tenía. Esa fue la despedida y luego vino el terror, las lágrimas, los gritos dentro del carro, la tembladera y el shock emocional.

He contado esa experiencia muchas veces, nunca pensé en escribirla aquí. Pero en las últimas semanas no he dejado de pensar en este tema, no es que antes no lo hiciera porque es parte de nuestra vida lamentablemente. Creo que últimamente el miedo se está asomando con mucha más frecuencia, y parece una locura pero antes de que algo pueda pasarme quería dejar dicho lo que pienso y lo que siento, porque no es justo que nos vayamos sin derecho a réplica, sin la oportunidad de hacer valer nuestros derechos, nuestro derecho a la vida por ejemplo.

Veo que se dicen muchas cosas, hay estadísticas, cifras (oficiales o no), unos culpando a otros sobre “la inseguridad” ¡Qué bonita palabra esa! Esa palabra no describe lo que estamos experimentando todos, absolutamente todos los que vivimos y morimos en Venezuela día tras día. El mismo miedo que siento yo llegando a mi casa después del trabajo, lo siente la madre esperando al chamo que viene de la escuela o la universidad, en un barrio o una urbanización, en un rancho o una mansión, el miedo es el mismo y quema el alma. No importa si el carro está blindado o si tengo guardaespaldas, hay una bala con mi nombre y en cualquier día nos encontramos.

Solía no pensar demasiado en estas cosas porque confieso que es mi punto débil, y la verdad que lo que me pase a mi no es mi mayor preocupación, es mi familia, mis afectos más cercanos. Sólo imaginar que el monstruo los encuentre y pueda hacerles algo, que tengan que vivir el terror de enfrentar una muerte violenta, eso simplemente me paraliza. Pero decidí luchar contra mis propios miedos y no dejar que me aplasten.

Yo sé que no puedo hacer nada concreto para cambiar esta situación, no está en mis manos. Tampoco pretendo encerrarme en una prisión imaginaria, de donde no puedo salir a caminar mis calles, ni siquiera a comprar pan en la esquina porque me pueden atracar. Sólo sé que no me pienso resignar a esto, no pienso callar mi voz porque no sea conveniente criticar tanto, esto no es justo con nadie. A mí me duele cada número de esos, no me importa quién era o qué pensaba esa persona que murió anoche víctima de la violencia sin sentido, de la delincuencia común u organizada, como quieran llamarle. No voy a permitir que la dinámica política que estamos viviendo me haga perder el norte, quisiera ver despertar a esta sociedad que parece haber hecho un trato con la oscuridad: apenas tú llegues yo me escondo, y si me agarras en la calle tienes todo el derecho de matarme porque yo no debía estar ahí.
Mis decisiones personales van acompañadas de la responsabilidad que adquiero al tomarlas, quedarme en Venezuela es una de ellas. No quiero encontrarme con esa bala que me busca, mi sentido común, Dios y la Chinita me protegen. Pero si llega ese día, aquí estaré y el mundo seguirá girando. Los venezolanos no podemos quedarnos inmóviles ante la desgracia que vivimos, es una tragedia ver caer a tantos inocentes, nosotros somos responsables y cómplices también aunque suene duro, si nos callamos y nos escondemos. Las calles son nuestras, tengamos la dignidad de defender nuestro derecho a la vida, a la paz, a la tranquilidad. No sé cómo lo vamos a hacer pero si no comenzamos por despertar y alzar la voz, la ola de tinieblas nos arropará.

Que el Gobierno sepa que aquí hay un pueblo que no se resigna perder sus espacios, no se trata de ser opositor u oficialista, el monstruo no te pregunta eso antes de disparar. No me importa el color de tu camisa, no te quiero ver morir.

A todos los que se han encontrado con la señora “inseguridad”, a los que han perdido alguien querido, los que hoy esperan la llamada del secuestrador para negociar la vida de un familiar, a los que les tocó visitar la morgue para reconocer un cuerpo…todos están en mis pensamientos, en mis oraciones y por ustedes no voy a renunciar al sueño de que las cosas puedan cambiar. No sé si sirve de algo realmente, ¿quién soy yo? Mientras haya esperanza en un corazón la batalla no estará perdida, ojalá sean muchos los corazones esperanzados y valientes en Venezuela.

domingo, 28 de octubre de 2012

La cruda verdad


Y así fue como perdió Capriles, es decir, ganó Chavez…de nuevo.

Diario de una optimista (ilusa tal vez?)

¿Qué perdí? La inocencia política, el tapaojos electoral.

¿Qué gané? La experiencia invaluable de haber contribuido con mi esfuerzo y mi trabajo por una causa en la que creí y sigo creyendo. Convivir durante muchas horas con jóvenes (en su mayoría) que se fajaron con entusiasmo y pasión para darle base objetiva y numérica al proceso que se desarrollaba el 7 de octubre de 2012; desde una sala de totalización del Comando Venezuela donde tenía que estar continuamente en contacto con nuestros testigos en los centros de votación de todo el país, para contar los votos al finalizar la jornada. Duro trabajo, pero valió la pena.

No traigo un análisis de los acontecimientos, lo que pasó, pasó. Todos lo sabemos.
Al final del día, recibir los resultados en ese lugar y rodeada de tantos chamos, fue muy duro. La reacción de los chamos (los voluntarios que estuvieron haciendo llamadas como locos todo el día) fue un abreboca para lo que vendría a continuación: llanto, rabia, tristeza, gritos, puños contra las paredes, tirarse al piso a patalear. Y el comentario general “ahora si me voy de este país”.

Mi teléfono reventando con mensajes, preguntando ¿qué pasó? ¿Es verdad? Hicieron trampa, ¿cierto?

Los pocos mensajes que contesté fueron para decir: es verdad perdimos, no crean en cuentos de trampa o fraude, la realidad es dura pero hay que afrontarla. Entre esas pocas personas con las que hablé estaba mi primo, que se echó el viaje hasta New Orleans para votar. Me sentí en la responsabilidad de no abandonarlo en ese momento, porque ese ánimo y esa voluntad que lo llevó a hacer un esfuerzo tan grande para dejar su huella en la historia votando no podía perderse. Mi sorpresa fue su actitud positiva, coincidimos inmediatamente en la reflexión de que hay mucho por hacer, que esto fue un gran paso y que tenemos que seguir dando pasos de gigante.

Me fui a dormir sin ver la tele, no vi ni a Capriles ni a Chavez, tenía suficiente información que procesar en mi cabecita como para saturarla con más. Ahí comenzó la sucesión de descubrimientos o los tortazos en la cara, como prefieran llamarlo. Lo primero: mañana hay que ir a trabajar; con lo cansada que estoy, el estómago agujereado con tanto café y cigarro durante el día, la espalda pidiendo clemencia, la cabeza casi aplastada por la presión, igual mañana tengo que trabajar. Así que me tomé una pepita mágica (perfectamente legal, por si acaso) y luego de respirar profundo caí en la nube del sueño.

El lunes temprano me encuentro con mi camisa nueva, la había comprado para ponérmela ese día que sería de celebración. Era roja por cierto. El dilema: me la pongo o no. ¿Porqué no? No tengo nada que celebrar pero tampoco nada por lo cual estar de luto, yo perdí con dignidad y ese día comenzaba una nueva etapa de la lucha, así que plancho mi camisita y enfrento este día como lo que es, un nuevo reto al que no le tengo miedo.

Hace tiempo había dejado de usar ropa roja, por razones obvias. Pero entendí que mientras yo lo permita me van a quitar todo lo que puedan, incluso los colores. Me han dicho que el rojo me queda bien, ¿y entonces? ¿No lo voy a usar? Otro tortazo, tú misma te autoimpones unos patrones de conducta basada en no parecerte a “ellos”. Pues te cuento que “ellos” no son de otro planeta, son venezolanos igual que tú, y tienen exactamente los mismos derechos que tú. Mientras más intentes imponerte, y pretendas que tu verdad es la única, estás construyendo un muro que te separa y te aisla.

Así llegué a la oficina solo para encontrar lo que sospechaba, mucha tristeza y rabia, pero sobretodo impotencia. Todos sentimientos válidos para un momento como ese, es verdad.
¿Porqué yo no he llorado a estas alturas? No tengo idea. Estoy tranquila, siento paz, esto es muy raro. Recuerdo la última vez que perdimos unas elecciones, por poco no voy a trabajar, estaba de luto total, había llorado toda lo noche. Esta vez es diferente, me siento inexplicablemente optimista. Estoy contenta de haberme metido en este rollo del Plan A, me parece que hoy tiene más sentido que nunca. Será porque soy una muchachita rebelde y mientras muchos se cuestionan su permanencia en Venezuela después de esta derrota, yo veo más claro que aquí es donde quiero y tengo que estar.

Ponerme a analizar los acontecimientos sería redundar en lo mucho que se ha dicho, bueno o malo. No es la idea. Precisamente por eso no me había sentado a escribir sobre esto. No estoy haciendo esto para seguir una moda, y hablar de cosas trilladas solo para figurar en el mundo de la opinión (para lo cual no creo estar calificada de paso). Respeto todas las opiniones y análisis de los estudiosos, filósofos, políticos, etc. De hecho he tratado de leer suficiente en estas semanas, como para formar mi propia opinión sobre el tema. Y la quiero compartir solo para contribuir de alguna manera a lo que pienso es lo importante, nuestro futuro.

Así como antes dije que creía en Henrique Capriles y que finalmente iba a votar a favor de alguien y no en contra de Chavez, hoy debo ratificarlo. Me siento orgullosa de haber confiado en él, y trabajado por su triunfo electoral. Su reacción ante la derrota fue valiente, no me defraudó como electora. Otro personaje que me ha inspirado admiración, confianza y optimismo es Ramón Guillermo Aveledo desde su posición como vocero de la MUD. Esas son cosas que tengo que contar entre lo que gané de esta experiencia también.

¿Que hubo fallas? ¿Que se pudo hacer un mejor trabajo? Y así tantas interrogantes. Es verdad, son legítimas y ciertas. Pero no voy a poner eso por encima de los logros alcanzados.
Por supuesto que es mucho más fácil lanzarse a la queja colectiva, a la depresión, la impotencia, el desánimo, el miedo, y pare usted de contar. ¿A quién le estaríamos haciendo el juego? ¿A quien le interesa que caigamos en esos sentimientos y que los esparzamos por todos lados? Uno pensaría que todos estamos claros en la respuesta a esas preguntas, pero al parecer no es así. Ahora resulta que nos tienen que rogar que vayamos a votar en diciembre, que nos deben tratar como niños malcriados para que hagamos la tarea. A mí me da vergüenza, pero por lo que he podido ver eso es lo que queremos.

Desde mi pequeño rincón me he dedicado a tratar de entender porqué no logramos convencer a los que nos faltaba convencer para ganar estas elecciones. No podemos dejar de ver que se hizo un gran trabajo, fueron muchos los que se unieron a la causa, muchos! Somos casi la mitad los que queremos un cambio para el país, eso no es poca cosa. Por más que nos guste decir que los que votaron por Chavez fueron obligados, pagados, engañados, yo sé que no es verdad. Y como la verdad duele (aunque suene cursi), no queremos detenernos a mirarla. Sí, hubo irregularidades, ventajismo, amedrentamiento, pero dudo mucho que eso haya sido la causa de la victoria del Presidente. Resulta que hay una gran parte del pueblo que cree en este “proceso revolucionario” y tiene todo el derecho del mundo de hacerlo, tiene derecho a sus sueños. ¿Cuál es nuestro trabajo y nuestro aporte? Darles razones para creer que nuestras propuestas son mejores, y sobretodo que los incluyen a ellos, nos incluyen a todos. Yo creo que aquí todos somos responsables de esto, porque nadie puede negar que existe todavía mucha discriminación y mucha paja mental de creernos superiores (los opositores). Un comentario muy crudo que escuché aquel lunes post electoral me ha hecho reflexionar bastante, lo traigo aquí porque tenemos que madurar y poder decirnos las cosas como son, sin medias tintas ni frases bonitas para endulzar la realidad. Fue una experiencia de un compañero de trabajo que escuchó a alguien comentar que la señora que le ayudaba en  casa fue a pedirle ayuda porque su esposo había tenido un accidente y necesitaba una silla de ruedas, y esa persona le dijo a la señora que fuera a pedirle la silla a Chavez. Hasta ahí la historia. Ahora yo me pregunto, si obviamente Chavez (me refiero a cualquier institución o grupo gobiernero) le dio la bendita silla de ruedas al esposo de la señora mientras yo me burlé de ella y la humillé de esa manera, ¿cómo pretendo convencerla de que vote por quien yo le propongo? ¿Con qué cara le puedo decir que quiero un mejor país para ella y para mí?
No quiero decir que estas situaciones sean una realidad generalizada, pero necesitamos un buen sacudón como ese para darnos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. Si no actuamos de acuerdo a lo que decimos, no solo no estamos haciendo nada por el cambio, más allá de eso estamos sepultando la posibilidad de hacerlo realidad.

El tema no es comprarle la silla de ruedas, porque no es nuestra responsabilidad. Es hacerte solidario con la dificultad de esa persona, ayudarla a buscar opciones, ponerte en su lugar. Si al final es el gobierno quien se la da, igualmente tu interés y tu disposición de ayudar va a marcar la diferencia.

Es un pequeño ejemplo, que puede englobar muchas situaciones y experiencias. ¿Nos sentimos identificados? ¿Vamos a promover el cambio desde nuestros actos cotidianos o vamos a seguir esperando que nos caiga del cielo?

Se quedan muchas ideas en el teclado, ya tendremos tiempo para seguir reflexionando juntos. Mientras tanto ¿qué tal si nos activamos? El camino se hace andando dicen por ahí, vamos pues, que nadie se quede atrás.

miércoles, 3 de octubre de 2012

La historia espera por nosotros


Hay momentos en la historia de un país donde la historia se escribe a mano y con lápiz mongol amarillo, no importa si la letra sale bonita o choreta porque las palabras significan demasiado.

Desde la primera vez que voté hasta el día de hoy hacen casi 13 años. Aquel diciembre de 1998 yo sabía que algo grande estaba pasando, pero no lograba entenderlo bien. Por mi mente llegó a pasar la idea de darle mi primer voto a Hugo Chávez, un militar que había dado un golpe de estado y ahora andaba por ahí hablando duro y diciendo muchas verdades en la cara de los políticos oxidados que no lograron entender a un pueblo que andaba buscando cambios. Yo tenía muy poca conciencia política, pero si me daba cuenta de la corrupción y la desconexión de los líderes con la gente. Creo que por algunos días logró convencerme aquel  señor. Pero a la hora de la chiquita no voté por él, simplemente porque no me inspiraba confianza.

En todas las elecciones siguientes, es decir, casi todos los años, voté siempre en contra de Chávez. No me siento orgullosa de decirlo porque pocas veces voté creyendo en la otra opción, simplemente no estaba de acuerdo con la Revolución y eso bastaba para darle mi voto al oponente.

Hoy, a pocos días de volver a encontrarme delante de una máquina a elegir al Presidente de mi país, veo las cosas diferentes, radicalmente diferentes. Ya no tengo 20 años para empezar, y las circunstancias del país me han hecho cambiar como persona y como ciudadana para bien (creo yo). Eso se agradece, tengo que decirlo. Sería un absurdo negar que todo lo que hemos vivido ha dejado huella en nosotros, y no me refiero a heridas o cosas negativas, si no a lecciones de vida. Puedo hablar desde mi experiencia personal, pues cada uno tiene la suya y todas son valiosas. En estos años aprendí muchas cosas, me reencontré con un país al que siempre había querido pero tal vez no valoraba. La rebeldía y el amor a la libertad me abrieron la mente, sentirme amenazada por pensar diferente me hizo razonar con profundidad mis valores y principios, para poder defenderlos con toda propiedad. También pude ver la realidad tal y como es, no desde la otra esquina, como un espectador. Hay un pueblo que estuvo desatendido por mucho tiempo, que fue utilizado en muchas ocasiones para llevar gente al poder y que luego quedó en el olvido con sus problemas y sus miserias. La pobreza no tiene cara bonita, el hambre y la marginalidad existen, no puedes voltear la cara y seguir en tu burbuja de vida solo porque tienes la suerte de estudiar, trabajar y superarte, con sacrificio tal vez, pero en este país eso es cuestión de suerte.

No puedo juzgar a nadie que haya creído en el cambio que prometió el Teniente Coronel, porque las cosas no podían seguir como estaban.

Después de tanto tiempo, tantos discursos, tanto dinero, la realidad no es muy diferente en cuanto a ese pueblo que volvió a ser utilizado. Sin embargo, ya no somos los mismos de ayer y eso hay que agradecerlo. Creo que muchos ya no somos indiferentes ante lo que pasa en nuestro país, queremos mejorar y nos sentimos responsables (con derechos y deberes). Quisiera pensar que somos muchos los que hoy tenemos otra conciencia, aunque a veces encuentro personas que logran desmotivarme por su apatía, su superficialidad y sobre todo su egoísmo. Afortunadamente ese efecto dura poco, y enseguida encuentro dentro de mí la fuerza para seguir adelante creyendo en mi gente, en los que le estamos poniendo corazón para construir el futuro que merecemos.

Las elecciones del próximo domingo en mi opinión son diferentes a todas las anteriores. Por primera vez no voy a votar contra Chávez aunque suene raro, voy a votar por un candidato en el que sí creo y que logró convencerme con argumentos. Mi sinceridad suele traerme problemas, pero quiero decir que yo no voté por Henrique Capriles en las elecciones primarias para elegir el candidato de la oposición. Y lo digo porque esas elecciones fueron para mí un ensayo de lo que puede ser una democracia verdadera, con sus fallas pero siempre perfectible. Pude expresarme, voté por quien yo quise y luego respeté la opinión de la mayoría aunque no habíamos coincidido. Han pasado varios meses, y delante de mis ojos se presentó la película increíble de una campaña electoral histórica. Henrique Capriles me convenció, con su pasión y su entrega hasta los huesos, de pueblo en pueblo escuchando a la gente, devolviéndole la esperanza. Pero no va a ser Capriles el salvador de la patria, como él mismo lo ha dicho, todos estamos metidos en esto de cabeza. Veo en él una persona inteligente y preparada para el reto, pero también sencillo y humilde. Así como me convenció a mí, sé que ha convencido a muchos y tiene serias posibilidades de ganar. Pero eso sí, hay un compromiso por delante, y mi mayor anhelo es que logre estar a la altura de la circunstancias para no defraudar a este pueblo.

Eso sí, yo no tengo la maleta lista detrás de la puerta mientras voy a votar y regreso a la casa a esperar que me den un resultado para decidir si me quedo o me voy. Pase lo que pase, Venezuela está primero. Mis razones las he explicado muchas veces, y sigo pensando igual. Sólo que esta vez no tengo dudas de que las cosas van a cambiar, nuestro voto hará historia y lo vamos a celebrar.

Entonces nos vemos el domingo, frente a la maquinita…todo el mundo a votar, cada voto cuenta, la historia espera por nosotros.


domingo, 19 de agosto de 2012

¿Por qué seguimos aquí?


Después de tantas despedidas, tantas conversaciones o visitas virtuales a nuestros familiares o amigos, a nuestros más queridos afectos que están lejos, tan lejos como Sidney o Bogotá, eso es lejos por donde lo veas. Hay un montón de locos que no se han ido, porque no se atreven, no pueden o no quieren.

Siendo una más dentro de ese puñado de locos que se quedaron en este lugar al que llamamos nuestro país con mucho orgullo supuestamente, me hago esa pregunta incómoda a cada rato: ¿por qué seguimos aquí?

Como es posible que soportemos vivir nuestros días en este desastre, donde a las carreteras no les cabe un hueco más y los puentes provisionales que dejaron por siempre se caen porque pasó un camión muy pesado por encima (que inconsciente ese chofer que no atravesó el río en chalana mejor). Hablando de choferes inconscientes, como hacemos para soportar un tráfico infernal que trae un combo de motorizados desquiciados que parecen salir hasta debajo de las alcantarillas y si nos atrevemos a rozarlos tratando de cambiar de canal nos patean el carro (los más educados), también trae un enjambre de autobuses conducidos por personajes que parecen haber obtenido su licencia en una caja de cereal y que no son capaces de respetar las paradas establecidas recogiendo pasajeros en la mitad de la calle (por supuesto los usuarios que se suben o se bajan en esa parada anárquica también están incluidos), y los millones de imitadores de Pastor Maldonado que te lanzan el carro y se quieren meter por donde no les toca “porque están muy apurados” y su tiempo vale más que el nuestro.

Puente sobre el río Cúpira, une los estados Miranda y Anzoátegui
 (Venezuela)
Es que uno no entiende cómo es posible que unas personas tan decentes y civilizadas como nosotros estemos todavía aquí, exponiéndonos a tantos maltratos y vejaciones. Nos calamos tantas cosas que puedo entender si alguien nos llama dementes. Tenemos que pedir permiso para que nos dejen comprar divisas extranjeras, si es que somos tan atrevidos como para planear unas vacaciones en el exterior, debemos demostrar nuestra inocencia y declarar para qué usamos la platica, nuestra platica porque nadie nos regaló ni un peso para ese viaje.

Ni hablar del gobierno que nos ha tocado padecer. Nosotros tan cultos y educados, amantes de la libertad y la igualdad, ahora sometidos a una dictadura moderna. Padecemos todos los días escuchando hablar a un personaje que tiene el descaro de encadenarse y no dejarnos ver nuestra novela o escuchar nuestros divertidos programas de radio en medio del tráfico infernal (mencionado anteriormente).

Es que hasta en medio de oscuridad y calor hemos tenido que aprender a vivir cuando se presentan las cotidianas fallas eléctricas, lo de cotidiano no es exageración, ocurre todos los días en muchos lugares del país. Por no hablar del agua, eso  no es nada para nosotros que ya hemos adoptado a esos útiles tanquecitos en nuestras casas, como uno más de la familia.
Somos tan anormales que andamos por la calle expuestos a que llegue un tipo y nos quite la plata, el teléfono, el carro y cualquier otra cosita que tengamos. A veces hasta la vida, bueno no a veces, muchísimas veces nos quitan la vida, más de las que quiero pensar en este momento. Porque cuando le quitan la vida a cualquier persona en este país, nos quitan la nuestra también.

Podría escribir varias páginas más y no terminaría de contar todas las aventuras que nos toca afrontar diariamente, pero quien nos manda a tercos, nosotros nos buscamos nuestra desgracia. En vez de agarrar nuestros cachachás y montarnos en un avión para donde sea pero ya, cualquier lugar es mejor que esto, no?

Bueno, seré loca entonces, pero yo de aquí no me muevo.

Hasta ahora no había hablado con tanta ironía y sarcasmo sobre nuestra realidad, pero dada la crudeza con la que se presenta a diario se necesita un digestivo para tratarla.

La respuesta a esa pregunta inicial, la irá encontrando cada quien dentro de sí. Yo no puedo decir porqué sigues tú aquí, solo puedo responder por mí.

Yo sigo aquí porque es mi destino, porque sé lo que vale esta tierra y su gente, quiero ser más que testigo constructora de su futuro. Así como he quedado maravillada una y mil veces con los países y ciudades “civilizados” y modernos que he visitado (y seguiré visitando), también sé que tomó tiempo y esfuerzo de sus habitantes para llegar a construir lo que hoy tienen. No cayeron del cielo las grandes obras de ingeniería o las maravillosas obras de arte, no llegó Harry Potter con su varita y aparecieron las magníficas autopistas y ordenadas calles. No fue por suerte que se construyeron escuelas, hospitales, teatros, plazas, museos. 

Torre Eiffel (París, Francia) ( http://www.viajespasion.com)
Suerte tenemos nosotros porque nadie vino a construir los tepuyes en la Gran Sabana, o a llenar de petróleo nuestro subsuelo, eso estaba ahí antes que llegara la vida como la conocemos a esta tierra. Somos afortunados y tal vez por eso no sabemos valorar las cosas, lo damos todo por sentado.

Ojalá entendamos que hacemos falta aquí, que nuestro aporte es importante. Que nosotros, los que tenemos la fortuna de conocer algo más que lo que vemos aquí todos los días y sabemos que las cosas pueden ser diferentes, nos comprometamos en darle vida a un gran país como el que soñamos y pensamos que no lo tenemos.  Sí, es verdad que merecemos más, pero nadie no los va a regalar. Lo que no se obtiene con esfuerzo y sacrificio no se valora, mi opinión personal sin mayores pretensiones, es que nuestro presente es el resultado de muchos regalos no valorados.

Por cierto, ya somos un gran país aunque no lo veamos. Tenemos que quitarnos demasiadas telarañas mentales que distorsionan nuestra visión. Cuando Miguel Ángel Buonarotti esculpió La Piedad, una de las obras de arte más apreciadas y visitadas del mundo, que se encuentra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, comenzó martillando un pedazo de mármol amorfo y sin ninguna gracia, quitando pedazos a punta de cincel y martillo, con una idea en su mente, una imagen sublime y perfecta del momento en que Jesús yacía muerto sobre el regazo su madre María, cuando lo bajaron de la cruz. Quién podía pensar que de un bloque de mármol, aparentemente uno más el montón, saldría una escultura tan perfecta, donde el artista fue capaz de expresar hasta el más mínimo detalle de una escena de dolor tan profunda, que ha sido admirada por la humanidad durante siglos. 

La Piedad. Miguel Anguel Buonarotti  (1465 - 1564)
Es lo más cercano que encuentro para explicar la belleza y grandeza de este país. No será de la noche a la mañana, necesita nuestros cinceles y martillos para sacar de este gran bloque de mármol su propia naturaleza, y hacer brillar la belleza que ya posee. Eso sólo lo lograremos con la paciencia, el detallismo, la constancia y la determinación que movió al gran Miguel Ángel en su obra, es lo que debe movernos a nosotros en cada paso, en cada decisión.

domingo, 5 de agosto de 2012

Este país es mío


Soy venezolana porque aquí nací, no hice nada para merecerlo, simplemente aquí estoy. No me preguntaron si prefería llegar al planeta en otro lugar, tal vez en un castillo Escocés o una gran mansión en los Hamptons newyorkinos, o más impensable todavía en un lejano poblado africano, sin electricidad ni agua corriente.

Nací y crecí en este rincón del mundo, sin darme cuenta de lo afortunada que soy. Hoy en día reflexiono mucho sobre eso porque las circunstancias y situaciones del país me permiten encontrarme a cada rato con formas de pensar diversas, filosofías de vida, razonamientos, decisiones radicales como buscar otro lugar para hacer nuestra vida. En la mayoría de los casos (no quisiera generalizar) toda esa convulsión se debe a la “preocupación” que genera tener un gobierno con demasiados rasgos totalitarios, dictatoriales y cualquier otro adjetivo nefasto.

A estas alturas no me parece constructivo seguir en esa onda de echarle toda la culpa a un gobernante que, al fin y al cabo hoy está y mañana puede que no. En el transcurso de estos meses desde que abrí un poco mi mente, decidí darle un toque de seriedad a mis ideas de permanecer en Venezuela sin importar los pronósticos fatalistas, que ahora son triunfalistas porque hay mucha esperanza en el posible cambio de gobierno. Ha corrido mucha agua bajo el puente, he visto y escuchado de todo. No he cambiado de opinión en lo absoluto, pero creo que he entendido mejor la situación, y lamentablemente no es alentador lo que veo, ojalá me equivoque.

Después de todos estos años conviviendo con el chavismo, siendo testigos de un fenómeno de tal naturaleza (no podemos negarlo para bien o para mal ha sido un fenómeno histórico), muchos han sufrido y siguen sufriendo persecuciones, expropiaciones, humillaciones, y todas las “ciones” posibles. Todos o casi todos hemos vivido en carne propia muchos cambios en nuestra vida como sociedad, como ciudadanos. Pero nos hemos limitado a ver sólo nuestro patio trasero, lo que hemos perdido o nos han quitado, lo que estamos sufriendo. No estoy segura de qué tanto nos hemos preocupado por mirar más allá, ¿quién puede negar que existe un pueblo que creyó en esta pseudo revolución porque sintió que al fin había llegado la hora de su reivindicación? Ha sido ese pueblo el que ha mantenido todos estos años a Chávez en el poder, y le ha dado su confianza para que haga lo que les prometió, sacarlos de la pobreza. Evidentemente eso no se cumplió y las razones las sabemos, pero ese pueblo ha cambiado y no lo podemos negar. Yo no soy quien para juzgar a nadie, simplemente observo y reflexiono. El fenómeno Chávez puso en primer lugar, así sea de la boca para afuera, al pueblo marginado y olvidado. Los llamó por su nombre, les dio un rostro y una identidad, les dio oportunidades, les ofreció dignidad. Por otro lado, quienes no formamos parte de ese “pueblo marginado” nos apartamos y no creímos en el señor Chávez ni en su revolución. Entonces llegó la división tajante entre nosotros, que no era nueva solo que ahora se maximizaba, como si hubiésemos construido un muro invisible que nos separa. Entonces quienes están de un lado creen tener la razón y los otros están locos, eso sirve para ambos chavistas y opositores, como si no fuéramos venezolanos todos.

Pienso que cuando nos encontremos como un solo pueblo y nos valoremos los unos a los otros podremos salir adelante y caminar juntos hacia un mejor futuro. Esa frase suena a eslogan de campaña política pero no lo es. De verdad lo creo, y sé que no soy la única que piensa así.

A veces escucho cosas muy fuertes que me duelen en el alma porque son como bofetadas mientras sonríes, es decir, uno anda en la onda de hacer bien las cosas, del esfuerzo, el trabajo para lograr los cambios en la sociedad y se encuentra con personas que teniéndolo todo se siguen quejando, que son capaces de mirar con desprecio a otros que tal vez no han sido tan afortunados, de burlarse o no querer estar cerca de ellos porque no están a su nivel. En esos momentos he llegado a pensar que nos merecemos todo lo que nos pasa porque no estamos a la altura de las circunstancias, y que ojalá ocurra todo eso que tememos y definitivamente se instale una dictadura o lo que sea, a ver qué es lo que vamos a hacer.

Menos mal que solo son pensamientos efímeros, que desaparecen rápido y sin dejar heridos. Lo que queda es la certeza de que hay razones para seguir teniendo esperanzas, la luz no se apaga, y por cada persona desubicada hay mil que están haciendo las cosas bien, que saben que necesitamos evolucionar como sociedad y vamos hacia allá.

Haciendo un inventario de todo lo bueno y lo no tanto, lo que me gusta y me apasiona así como aquello que me incomoda, yo amo este país porque es mío, con todo lo que trae. No dejaré de criticar lo que piense que se puede hacer mejor, pero no me avergüenzo de haber nacido aquí y llevar esta sangre caliente y medio loca, es un orgullo ser venezolana.  Y ser venezolana para mí significa amar y respetar a este país completico, a todos los que aquí nacimos, vivimos y caminamos por sus calles, a los que hoy no están presentes también. No quiero seguir perdiendo el tiempo en odios y divisiones, vengan de donde vengan, lo que me importa es el bien para este pueblo donde me incluyo y donde definitivamente debemos sentirnos incluidos todos.

domingo, 22 de abril de 2012

Como quien va hacia el Roraima II

Día 5. Mi café de la mañana pasó a otro nivel hoy, estoy en la cima del cielo y sabe mejor que nunca. Mis amigos Alexander, Otilio y compañía (nuestros guías pemones), me cuentan un poco sobre ellos  mientras me tomo otro café. Una familia trabajadora, sencilla, donde cada uno tiene su tarea y entre todos hacen un gran trabajo. Con buen ánimo, son amables, un poco callados pero cordiales siempre.

Otro día completo para explorar, conocer y admirar este lugar que ya me había robado el corazón. Llegamos hasta el punto más alto, llamado el Maverick porque la formación de rocas vista de lejos tiene la silueta del automóvil en cuestión. Mientras vamos caminando veo ese pocotón de rocas gigantes, que parecen puestas a propósito de cierta manera, otras más pequeñas con formas de animales o caras de personas, o cualquier cosa que la mente quiera ver en ese momento. Entonces pienso, este lugar podría ser como el salón de juegos donde Dios viene a relajarse. Las rocas son como legos que El va armando y desarmando. A lo mejor de repente las lanza hacia arriba y caen de nuevo todas desordenadas, y por eso quedan así. Aquí la imaginación da para todo, me pregunto ¿porqué me tardé tanto en venir? ¿treinta y tres años después es que llego yo aquí? La respuesta es que todo tiene su momento, y de verdad estoy convencida de que es así. Hoy puedo valorar y aprovechar esta experiencia como quizás unos años atrás no lo habría hecho.



También ese día fuimos a la Cueva Ojos de Cristal, impresionantemente abrumadora. Entramos uno por uno, de nuevo en orden y con la seriedad del caso (medio seriedad pues). Como todo esto para mí es nuevo, cada sonido y cada imagen la tengo en mi mente como una película. Habían unas manchitas blancas (un tipo de microorganismo) que brillaban como estrellas en el techo de la cueva, se escuchaba el eco de una corriente de agua, había que estar pendiente de no estrellar la cabeza cuando pasamos por tramos estrechos, ayudándonos a atravesar grietas entre las rocas. Cuando llegamos al pozo dentro de la cueva, donde el techo era alto y el espacio era grande fue un momento especial e impresionante. Ahí por supuesto nos dimos un baño ultra congelado, súper activador, sentí que salí de ahí con quince años menos.



Después otro recorrido por esa inmensidad llena de rocas grandes, cuarzo como arena por el suelo, arena rosada, jardines espectaculares, otra visita a la ventana. Un chapuzón de despedida en los jacuzzi, como los chamos cuando no se quieren salir de la playa.
Noche de risotto y celebración, a dormir con el corazón ensanchado de agradecimiento por estar aquí y por sentir mío también este lugar mágico.

Día 6. La mañana llega con una llovizna melancólica, nos toca decir adiós. Pero antes de partir un arcoíris aparece en el cielo, cerquita de nosotros, y en nuestras caras y corazones se pinta una sonrisa que nada podrá borrar.



El descenso no es fácil, de hecho, fue mi mayor reto físico. Retomamos nuestra alineación, el apoyo de todos tanto moral como físico fue importante para llegar a la base y continuar hasta el siguiente campamento (casi 9 horas de camino en total), en el río Tek. Ya no éramos los mismos, cada uno de nosotros vivió una experiencia única, y llegamos a ser un equipo, buenos compañeros. El campamento estaba bastante poblado, había varios grupos en camino también. Y por supuesto que sin electricidad y en el medio de la nada, conseguimos unas cervezas frías para celebrar nuestra hazaña. La cena fue divertida y nuestras caras además de cansancio también reflejaban alegría y compañerismo. Esa noche entre el cansancio y la emoción, el sleeping bag parecía un colchón king size con almohadas de plumas.

Día 7. Súper temprano ya estábamos desayunando para arrancar antes de que el sol nos derritiera en el camino. Era el mismo camino de hace unos días pero nadie podía aburrirse porque el aire que se respira es tan ligero y tan cargado de buena energía que voy tratando de retratar toda esa inmensidad con los ojos del alma, para tener esas imágenes disponibles en mi mente siempre. Ya a este punto sentía esa sabana como mi casa, todo lo que viví durante esos días me hizo reflexionar y me cambió la manera de ver la vida. Era como si hubiese estado en un retiro espiritual, pero sin sermones ni templos. Conversaciones con Dios, con la naturaleza y con la inmensidad.



Cuando llegamos a Paraitepuy de nuevo, parecía que había cruzado la meta en un maratón (cosa que nunca he hecho). Llegar ahí seis días después no era poca cosa, definitivamente no era la misma Beatriz. Millones de pensamientos y emociones, los puedo resumir en uno tal vez: no hay imposibles. Cuando pienso que algo es muy difícil y no creo que pueda hacerlo, digo fuiste a Roraima y volviste para contarlo, así que deja el drama y ponte en movimiento porque puedes hacer lo que sea. Tal vez es infantil ese razonamiento, pero es la verdad. Me quedó claro que los límites están en mi mente, porque una vez que comienzas a caminar no hay vuelta atrás y así poco a poco, a mi ritmo (que no era el más atlético por cierto), llegué arriba y mis ojos vieron cosas increíbles, mi alma se estremeció millones de veces, luego bajé y regresé al punto de partida en una solo pieza, no dejé una rodilla en el camino. Así que por muy duro que sea el camino, siempre vale la pena recorrerlo y disfrutar cada paso.



Y todo esto ocurrió en un lugar mágico, impresionante y único: La Gran Sabana, Estado Bolívar, Venezuela. Sí, en Venezuela.

Después de todo esto creo que mis planes para este año no pueden ser mejores, este fue sólo el inicio de un viaje que espero no tenga fin. Descubrir los rincones de mi país, no sólo por hacer “turismo nacional”, es más bien como un encuentro con partes de mí misma que están regadas en este pedazo de tierra. Eso sí, podré ser muy soñadora e idealista pero también sé que en el día a día es cuando hay que hacer las cosas bien y ser coherente con esos sueños e ideales. Así que mientras llega la próxima oportunidad para lanzarme a recorrer otros destinos, sigo luchando, trabajando, estudiando, y esforzándome para ayudar a construir la Venezuela que queremos ser.

Como quien va hacia el Roraima I

Este Blog no se especializa en viajes ni turismo (ya todos los saben, pero por si acaso), quiero hacer esa aclaratoria antes de comenzar a contarles sobre mi primera visita (de muchas que vendrán, espero) a La Gran Sabana, específicamente al Tepuy Roraima.

Pienso que iré publicando en varias entradas las reflexiones y detalles de lo que significó esta experiencia para mí. Como preámbulo puedo decir que dentro de mis propósitos para este nuevo año está conocer los lugares de Venezuela que hasta ahora no he visitado, de hecho mi plan es no salir del país este año y así poder tener tiempo y algo de dinero para lograrlo. Siento que para poder hablar con propiedad y seguir dándole vida a este proyecto necesito conectarme con los lugares y con las personas, poder ver y palpar lo que sé en teoría, que tenemos una tierra bendecida y que somos gente de bien.

Bitácora de una aventura, hacia la cima del Roraima:

Día 1. Comienza con un despertador que no sonó (bueno no lo escuché) y un salto de la cama, una carrera de fórmula uno hasta el lugar de encuentro y de allí partir hacia el aeropuerto. Una vez ahí todo comenzó a tener sentido. Vuelo Caracas – Puerto Ordaz a tiempo. Llegamos a Puerto Ordaz para agarrar carretera vía a La Gran Sabana. Algo así como 8 horas de camino, con parada para comer en Tumeremo. Comienzan a aparecer lugares lejanos y desconocidos para mí, Guasipati, El Callao, El Dorado. Me siento casi una extranjera en mi propio país. Y así de repente, comienza el camino que nos llevará a ese lugar mágico, pintado de verde resplandeciente que se derrama como un océano. Cuando aparece esa Sabana delante de mí, siento unas cosquillas por dentro que me hacen sonreír y suspirar. Ya se me olvidó que mi teléfono no funciona, se me olvidó que estoy dejando atrás un mundo que probablemente no vea regresar a la misma Beatriz. Así llegamos a nuestro primer destino, la posada en Rápidos de Kamoirán donde pasaremos la última noche en civilización, antes de dejarnos tragar por la sabana y sus misterios.

Día 2. Desayunamos y pa viaje! Vamos en rústico hacia el punto donde comienza la travesía a pie, 2 o 3 horas rodando pero los ojos y el alma volando en esa alfombra verde que se pierde de vista. Por allá a lo lejos las siluetas de varios Tepuyes parecen dibujadas perfectamente en un lienzo verde y azul-celeste. Llegamos a Paraitepuy, la comunidad indígena donde nos esperan quienes se convertirían en nuestros amigos y compañeros de viaje, un grupo de Pemones sonrientes y hospitalarios que nos ayudarían durante toda la expedición. Allí compartimos con la comunidad, al principio tímidamente, luego más en confianza, les llevamos ropa, zapatos, golosinas para los niños, en fin solo un pequeño gesto de solidaridad que nos hizo felices de poder ofrecer algo a nuestros hermanos indígenas. En medio de esa alegría y entusiasmo nos preparamos para partir hacia nuestro destino: el tepuy Roraima (dos días de camino después).



Después de unas 5 horas caminando y delirando con el paisaje llega la primera noche de campamento en el Río Kukenan, mi primera noche en una carpa. Inesperadamente cómoda y emocionante después de un baño en el río helado, con posterior ataque de puri-puris (mosquitos) y una cena rica y reparadora.

Día 3. Café recién colado, arepitas con cazón, así comienza este domingo. Preparados para el recorrido, arranca la caminata. Comienza a ponerse un poco más exigente el camino, la adrenalina hace de las suyas y hay una vocecita dentro de mí que me va dando ánimo y no me deja flaquear. Siento que comienza a engranarse una maquinaria, un grupo de personas que tal vez no se conocen mucho pero que están juntos en este desafío. Buen ánimo, bromas, palabras de aliento, ingredientes importantes para todo lo que nos falta.

Llegamos al campamento base, se dice fácil, pero se siente increíble. Estamos en la base del Roraima, lo tenemos ahí en nuestras narices, viéndolo en HD (alta definición) y con sonido estéreo. El baño más congelado de mi vida en ese pequeño río cerca del campamento, sentí que mis piernas se entumecieron y es justo lo que necesitaba para darle respiro a los músculos. Aquí tenemos tiempo para conversar, observar, pensar, hablar con la montaña, con la inmensidad. Almuerzo y cena en este campamento, hay que prepararse para mañana, el día D. Vamos a subir hasta la cima, literalmente la cima del cielo.




Día 4. Desayuno de campeones porque lo que viene es candela pura, el camino empinado hacia un lugar que nunca habría podido imaginar que existía.

Antes de salir Arturo (nuestro guía y gran amigo) nos da las indicaciones respectivas, tenemos que estar concentrados y mantener un orden para esta parte de la aventura. Sin duda el trayecto más emocionante y retador. Vamos a pasar por esa rampa que veíamos desde la base y no podíamos creer que era el camino, vamos a respirar casi pegados a la gran pared que nos quitó el aliento desde que la vimos en alta definición el día anterior. Aquí no estamos jugando, es una subida empinada con rocas de todos los tamaños, algunas se mueven así que hay que tener cuidado. Pero el miedo se va diluyendo entre la emoción de vernos en la cima, el apoyo que nos damos como equipo, los chistes de vez en cuando. Definitivamente los límites solo están en nuestra mente, ¿cuando en mi vida pensé que podría hacer lo que estoy haciendo? Tal vez los retos físicos no son mi fuerte, el deporte y yo no nos conocemos muy bien todavía, pero aquí estoy, fajada con mi bastón y mis piernas en doble tracción.

Y así de repente, estamos en la cima. Aunque lo intente mil veces no creo que pueda encontrar palabras para describir lo que sentí en ese momento. Solo pude llorar, pero no fue que se me salió una lagrimita, es que me guindé a moco suelto. Al parecer tenía que limpiar mis ojos bien para poder admirar lo que tenía enfrente.

Un paisaje que por más que me lo habían descrito no alcancé a imaginar así como es realmente, otro mundo. Por eso no voy a tratar de explicar demasiado, con decir que sales del planeta tierra por momentos creo que les puedo dar una idea.

El momento de la llegada fue especialmente revelador, tal vez por eso no podía dejar de llorar, estaba tan emocionada que esa era la forma de expresar mi felicidad. Me sentí feliz de haber tomado la decisión de hacer este viaje, de atreverme a salir de mi círculo de comodidad, viajar con personas que no conocía, retarme también físicamente. En fin, estar allá arriba era como un regalo de Dios, de la vida, y tenía que costarme llegar ahí porque solo así lo podía valorar completamente (claro, puedo volver en helicóptero las veces que sea, no hay ningún inconveniente con eso).



Ya un poco más calmados retomamos el camino y nos dirigimos a nuestro “hotel”, así mismo, hay varios lugares en la superficie del Roraima que se utilizan para armar los campamentos por sus características particulares que ofrecen cierto resguardo ante los cambios de clima y pareciera que “Alguien” los puso ahí para darnos cierto calor de hogar en medio de rocas, rocas y más rocas. Se les llama hoteles, y los han bautizado con diferentes nombres, el nuestro: Hotel Sucre.

Más tarde ese día salimos a explorar un poco, en el camino podías encontrar lo que parecía la orilla de una playa, solo que la arena era rosada. O de repente un jardín con plantas bellísimas que parecían recién podadas. La mirada se pierde allá arriba, uno pierde la noción de las proporciones porque todo es tan grande y a la vez tan pequeño. Las rocas negras con formas particulares. Seguimos caminando rápido porque Arturo quiere mostrarnos “algo” antes de que las nubes tapen la vista. Llegamos a la Ventana, y como si fuera poco lo que hemos vivido, me quedo en shock otra vez. ¿Será que en algún momento me vas a dejar de sorprender bendito tepuy? Aquí en la ventana estamos al borde del abismo, puedo ver la selva inmensa allá abajo y el cielo está tan cerca que casi lo puedo tocar. Hicimos silencio por un momento y cada uno se conectó con lo que sea que su corazón estaba sintiendo en ese momento, fueron minutos mágicos y solemnes.



De regreso un chapuzón en los jacuzzis, unas piscinas naturales dentro de las rocas que sirven para renovar energías en nuestro camino de regreso al hotel.

Pasaremos nuestra primera noche en la cima, luego de una cena sustanciosa me voy a mi carpa con el dolor muscular respectivo (día rudo por la subida) pero una energía diferente fluyendo, haciéndole cariñitos al alma.

Continuará...

sábado, 10 de marzo de 2012

Palabras al viento

La mejor fotografía de Venezuela aún no ha sido capturada…apurémonos que todavía tenemos chance de salir en ella.

Es cierto que se han planteado muchas teorías sobre nuestra historia y evolución como sociedad, sin embargo pienso que es en la práctica donde tenemos una gran oportunidad, en hacer concreto y vivible ese montón de cosas buenas, bonitas, inteligentes, brillantes, solidarias, innovadoras, retadoras…en fin todo eso que nos mueve y nos motiva para seguir aquí.

No me considero alguien súper culto, pero alguito he leído y mal que bien en la escuela te enseñan (al menos hacen el intento) sobre la historia, literatura, geografía venezolana, entre otros muchos temas. La historia contemporánea por ejemplo es bastante interesante, lo que pasa es que cuando somos chamos el término “historia” nos suena a viejo y no nos gustan mucho esos cuentos. Pero si sacamos cuentas somos un país joven más bien, lo que pasa es que hemos vivido mucho en poco tiempo. Me llama mucho la atención que aún cuando hemos tenido la suerte de contar con gente valiosísima en ámbitos tan diversos como la política o la literatura, muchos hombres y mujeres con valores y aptitudes envidiables, gente que ha dejado un legado tras de sí, con todo y eso seguimos esperando que llegue un iluminado a guiarnos hacia el progreso, cuando esa tarea es de todos.

Arturo Uslar Pietri (abogado, escritor, político)

Rómulo Gallegos (escritor, político)

Simón Díaz
(músico, compositor e intérprete del género popular venezolano)

En nuestro país todo el mundo opina, habla, explica, hace chistes con las situaciones locas del día a día. De un tiempo para acá todos andamos súper informados de lo que pasa, y los analistas y expertos salen como “Droopy” por todos lados explicando por qué suceden las cosas, qué es lo que está mal, con estadísticas y números que suenan muy bien. Y al final ¿qué pasa? Seguimos como atontados y sorprendiéndonos cada día con las noticias que muchas veces son ridículas pero también llegan a ser atroces.

A menudo pienso mucho en esto, mejor dicho todos los días. Me incluyo en ese “todo el mundo” que mencioné antes. Pero  con todo este tema de quedarme en Venezuela como una decisión de vida, poco a poco, puedo experimentar como el pensamiento va evolucionando y se transforma en acción. ¿De qué sirven las buenas intenciones y las propuestas más brillantes si no están acompañadas por hechos concretos, por actos cotidianos?

Aquello de que las palabras se las lleva el viento se asoma delante de mí y me hace reflexionar. Lo que estoy haciendo con este blog no sé muy bien como describirlo, sólo sé esto: no son sólo palabras al viento…

En varias ocasiones me han preguntado ¿cuál es el plan? ¿Qué piensas hacer con esa idea? Y así muchos consejos, estoy segura que con las mejores intenciones, sobre cómo hacemos para organizarnos los que pensamos igual, los que tenemos nuestro plan A bien definido.

Después de un tiempito en este camino (todavía corto) voy entendiendo algunos detalles, como por ejemplo que no se trata de hacer proezas extraordinarias, la clave está en valorar cada momento que tenemos  para hacer visible el cambio. Eso significa ser conscientes del poder de nuestra actitud frente a la vida, que sí es importante que yo haga las cosas bien y por el camino correcto siempre. En el trabajo, con la familia, en los estudios, y algo muy pero muy importante en la calle, en el día a día cuando me cruzo con gente que no conozco y que aunque yo no lo crea está esperando algo de mí…de nosotros en realidad. Esas personas que nos hacen pensar que en Venezuela no hay remedio porque no respetan nada, ninguna ley ni mucho menos, es ahí donde va mi pensamiento con mucha frecuencia. No se trata de hacer juicios sobre las personas, sólo pienso que probablemente ellos no conozcan otra manera de hacer las cosas y para ellos es normal el caos y la ilegalidad, no saben ni tienen porqué saber que existen sociedades un poco más organizadas, donde los ciudadanos de verdad tienen derechos pero también cumplen con sus deberes, sólo así las cosas funcionan. Esa manea de actuar y vivir no los hace malos necesariamente, en el fondo no tienen muchas herramientas para visualizar que nuestra realidad puede ser diferente. El punto es que creo en lo bonito que somos por dentro los venezolanos, todos los venezolanos, y creo que nos debemos mucho unos a otros. Así que mi esperanza sigue intacta y más fuerte, vamos por buen camino y no podemos olvidar el norte (que por cierto no es solo cambiar de presidente). Nuestro destino es encontrarnos como familia, como pueblo. Reconocernos los unos a los otros y sentir nuestros los problemas o necesidades ajenas, para ayudar no sólo como un acto de caridad sino también de justicia.


Entonces, muy bueno contar con expertos y analistas sobre cualquier tema relativo al país, anotada como pendiente la lectura de teorías y planteamientos de grandes venezolanos de nuestra historia contemporánea, hasta ahí todo bien. Ahora hagamos que valga la pena tanto estudio y tanto análisis, ¡manos a la obra todos! Cada cosa que hacemos bien cuenta, por pequeña o cotidiana que parezca, no nos cansemos nunca de buscar el bien…en pocas palabras ése es el Plan A.

sábado, 28 de enero de 2012

ADN Hecho en Venezuela

No sé si son ideas mías o alguien más ha notado que los venezolanos somos una “especie” bastante peculiar. Traemos una historia tan compleja como reciente sobre nuestra espalda, y por más que nos hagamos los locos o los sabios, esa realidad nos persigue y nos atrapa muchas veces. 

Mi planteamiento anterior está referido a nosotros como sociedad, a como actuamos y vivimos como un conjunto de individuos que deciden vivir en comunidad y buscan la forma de ponerse de acuerdo para alcanzar mejores condiciones en su vida (personal, familiar, laboral, etc).

No tengo la más mínima duda de nuestra calidad humana y soy consciente de la gran cantidad de cualidades que tenemos los venezolanos, definitivamente somos gente de bien.

Podría decir que hoy estamos agobiados por muchas cosas y que estamos viviendo tiempos difíciles, y bla bla bla. Es cierto, no nos encontramos dentro de un cuento de hadas precisamente, pero si yo decido ver la realidad de manera objetiva y sin dejar que nada distorsione mi visión, me encuentro con que hemos evolucionado como sociedad. Nadie puede negar que hayan mejorado muchas cosas, cosas de las que importan, de las que hacen la diferencia en un pueblo, o mejor dicho que hacen patria. Básicamente me refiero a nuestra madurez y nuestro compromiso con el país.

Unos días atrás escuché en la radio una frase que me dejó pensando más de la cuenta, alguien decía: “Venezuela está destinada a ser grande”. Millones de veces había escuchado esas palabras, pero en ese momento y casi como una respuesta inconsciente pensé ¿será verdad eso, es ese realmente nuestro destino? ¿No será más bien que nos llenamos la boca con un orgullo vacío, que nos ciega y nos hace dar por hecha una grandeza que no hemos buscado, por la que no nos hemos esforzado? Fue muy duro y cruel ese pensamiento, pero me sirvió para reafirmar lo que mi corazón tenía bien claro y mi cerebro en ese momento dudó: nuestro destino es del tamaño de nuestra entrega y nuestro compromiso con esta tierra bonita que nos ha dado todo, así que no existen los límites para lo que podemos llegar a ser como País.

Pero hace falta algo más que grandes pensadores y estudiosos, de los cuales nuestra historia está repleta. Porque si a lo largo de los años los mensajes y enseñanzas de tantos grandes venezolanos que han aportado ideas valiosísimas no han encontrado su lugar en la sociedad, es decir, en el pueblo (donde estamos incluidos todos nosotros), hay algo que no se ha hecho bien. Podríamos hacer el ejercicio de buscar ese “algo” que no ha funcionado, y plantear una alternativa que sea factible y sobretodo vivible para transformarnos en ese País libre, educado, próspero y solidario que pareciera hoy dormir dentro de cada uno de nosotros. 

 Mientras meditamos al respecto y pensamos lo que haya que pensar no podemos quedarnos estáticos y dejar que la historia pase delante de nosotros sin meternos también a dar la pelea (es una metáfora por si acaso, soy fan número uno de la no violencia). Mi humilde opinión es que nos ha faltado poner los pies sobre la tierra, hablamos y hablamos pero no hacemos. Preferimos voltear la mirada antes de asumir que la pobreza sigue siendo una gran realidad, nos preocupamos solo de nuestros problemas y no miramos a quien tenemos al lado, no somos capaces de salir de nuestra gran muralla china interna para encontrarnos y mirarnos a los ojos como los hermanos que somos todos los venezolanos. Teorías hay muchas, demasiados números y estadísticas que se quedan ahí, en un papel que leemos y decimos ¡que bárbaro! Y luego pasamos la página como si nada.

No se trata sólo de salir a votar y decir que cumplí con mi deber, nuestro deber va muchísimo más allá. Ojalá algún día lo entendamos, y que ese día nos encuentre aquí mismo, sin haber tenido la necesidad de emigrar cuando ya no había más remedio. 

Tenemos una gran responsabilidad todos los que nos damos cuenta de lo que está pasando, y podemos emitir opiniones y ver quien está haciendo las cosas bien o mal. Porque si no pasamos del dicho al hecho seremos cómplices de aquello que criticamos. Por el contrario si comenzamos a actuar en el mismo sentido que van nuestros pensamientos, y logramos hacer concretas y visibles nuestras ideas para mejorar aquello que pensamos que no funciona o que puede hacerse mejor, entonces seremos coherentes y nadie podrá callarnos o hacernos bajar la cabeza.

Cada quien sabe donde puede poner en práctica la coherencia y la manera de hacer las cosas a la que me refiero, y estoy segura que muchos ya lo hacen. Sigo creyendo en mi país, me siento orgullosa de llevar este ADN que dice “Hecho en Venezuela”.