martes, 6 de diciembre de 2011

De donde vengo...

Tendría tantas cosas que decir de mi ciudad, la que odié y amé, mi Maracaibo.

Maracaibo de noche
Ahora más bien creo que hablar de Maracaibo es como difícil, tendría que cantar, cosa que no me sale muy bien…porque es que el maracucho habla cantando, echando chistes, metiéndose con todo el mundo.

Desde que vivo lejos entiendo perfectamente aquellas gaitas tristes de recuerdos melancólicos, Aquel Zuliano, El barrio de mis andanzas, Sentir Zuliano, etc.

Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermudez
Yo no soy regionalista. En serio, no es la letra de la gaita, es que nunca me he contado entre los que ven al Zulia separado de Venezuela. Pero si puedo decir que hay algo en ese sentimiento de arraigo que tenemos los zulianos por nuestras cosas que podemos tomar como positivo y enfocarlo hacia el sentimiento de país que nos hace falta.

Como saben nací en Maracaibo, viví allí mi niñez y mi juventud. Caminé bastante bajo el sol de mediodía, que hace que uno sienta que se va derritiendo en cada paso. Comí bastante “cepillao de tamarindo con leche” para aguantar el fuego dentro de los carritos por puesto o autobuses yendo y viniendo de la universidad. Es decir, viví la vida maracucha como Dios manda.

Me llevaron a la basílica en paseos desde el kínder, o sea que conozco a mi Chinita desde hace rato,  y ella a mí. Nos hicimos buenas amigas, cuanto la quiero a esa virgen morena. Sólo de ver la capacidad que tiene para sacar los mejores y más bonitos sentimientos de todo el que pasa delante de ella, te hace darte cuenta que estás delante de una Reina.

Monumento a Nuestra Señora de Chiquinquirá
La gaita, ¡que vaina con la gaita! A medida que fui creciendo entendí el inmenso tesoro que tenemos en ese canto popular, la verdadera gaita que nació del pueblo y que corre en sus venas todavía en estos tiempos. No tanto la gaita comercial que solo escuchamos en Diciembre, sino la que suena en Santa Lucía cuando menos lo esperas, y que te hace vibrar el corazón de pura emoción porque te conecta con tu tradición y tu cultura.

Uno en Maracaibo le dice primo a todo el mundo, porque en el fondo te sientes cercano a la gente, la conozcas o no. Generalmente va a salir algún parentesco al final de la conversación, porque uno termina siendo hijo del primo del tío del abuelo de alguien.

Ahora que estoy reflexionando tanto sobre el porqué decidí apostarlo todo por este país y me hice el planteamiento de tener un solo plan, el plan A, han comenzado a salir recuerdos de vivencias tan bonitas y tan profundas que me van haciendo entender de qué es que estoy hecha yo, en realidad de qué estamos hechos todos los que hoy en día seguimos creyendo en nuestro país a pesar de tantas cosas.

Los Atlantes en la Plaza Baralt
Al principio me referí a Maracaibo como la ciudad a la que odié y amé, porque uno tiene que ser honesto y sincero, pero también agradecido y humilde. Maracaibo es una ciudad bastante particular, con muchísimos contrastes, sobre todo en lo social. No sé exactamente las cifras pero recuerdo que una amiga me comentó una vez que el 80% de lo que llamábamos Maracaibo (supongo que comprendía también al municipio San Francisco, al sur) eran barrios, y para mí fue un shock porque dije: ¿eso significa que me he limitado a vivir en el 20% de la verdadera realidad de mi ciudad? Claro como allá no hay cerros, todo es plano, uno puede vivir perfectamente haciéndose el loco en su burbuja (cosa que no puedes hacer en Caracas).

Pero lo que me llevó a hablar sobre la tierra del sol amada, va más allá de todo eso. Quería reflejar el orgullo que uno puede sentir por un pedacito de tierra, el sentimiento que se desarrolla a lo largo de una vida y que te hace conectarte de una manera tan sublime con “tu pueblo, tu ciudad”, porque lo sientes tuyo de verdad, sientes que todo lo que ahí pasó, pasa y esta por suceder te afecta de alguna manera, te mueve alguna fibra dentro.

Yo solo quise tomar de ejemplo el sentimiento zuliano, que dentro de mi es lo mismo que el venezolano,  no los puedo separar. Para mí el Zulia es mi tierra y Venezuela mi Patria. Ser maracucha es ser venezolana con un sabor particular. Así como lo sentirán los llaneros, los orientales, los guaros, los andinos, cada uno con su sazón pero todos venezolanos.

Ahora, como yo vengo de donde vengo, me sé la receta del maracucho. Espero recibir las recetas que me faltan para armar el verdadero pabellón criollo, con un toquecito de cada rincón. ¿Qué nos puede contar un guaro cuando piensa en su tierra larense? ¿Qué siente un merideño, un tachirense o un trujillano cuando recuerda sus montañas y su verde? ¿Qué dice un oriental de sus playas y su gente? ¿Qué le hace “aguar el guarapo” a cualquier venezolano cuando está lejos y habla de su patria?

¿Porqué no nos tomamos unos minutos para buscar ahí, dentro de nosotros, lo mejor de Venezuela que cada uno de llevamos dentro?

¿Vale o no vale la pena enfocar nuestra energía y nuestras fuerzas para ver a este país así como lo soñamos, así de grande como todos sentimos y sabemos que puede ser?