domingo, 19 de agosto de 2012

¿Por qué seguimos aquí?


Después de tantas despedidas, tantas conversaciones o visitas virtuales a nuestros familiares o amigos, a nuestros más queridos afectos que están lejos, tan lejos como Sidney o Bogotá, eso es lejos por donde lo veas. Hay un montón de locos que no se han ido, porque no se atreven, no pueden o no quieren.

Siendo una más dentro de ese puñado de locos que se quedaron en este lugar al que llamamos nuestro país con mucho orgullo supuestamente, me hago esa pregunta incómoda a cada rato: ¿por qué seguimos aquí?

Como es posible que soportemos vivir nuestros días en este desastre, donde a las carreteras no les cabe un hueco más y los puentes provisionales que dejaron por siempre se caen porque pasó un camión muy pesado por encima (que inconsciente ese chofer que no atravesó el río en chalana mejor). Hablando de choferes inconscientes, como hacemos para soportar un tráfico infernal que trae un combo de motorizados desquiciados que parecen salir hasta debajo de las alcantarillas y si nos atrevemos a rozarlos tratando de cambiar de canal nos patean el carro (los más educados), también trae un enjambre de autobuses conducidos por personajes que parecen haber obtenido su licencia en una caja de cereal y que no son capaces de respetar las paradas establecidas recogiendo pasajeros en la mitad de la calle (por supuesto los usuarios que se suben o se bajan en esa parada anárquica también están incluidos), y los millones de imitadores de Pastor Maldonado que te lanzan el carro y se quieren meter por donde no les toca “porque están muy apurados” y su tiempo vale más que el nuestro.

Puente sobre el río Cúpira, une los estados Miranda y Anzoátegui
 (Venezuela)
Es que uno no entiende cómo es posible que unas personas tan decentes y civilizadas como nosotros estemos todavía aquí, exponiéndonos a tantos maltratos y vejaciones. Nos calamos tantas cosas que puedo entender si alguien nos llama dementes. Tenemos que pedir permiso para que nos dejen comprar divisas extranjeras, si es que somos tan atrevidos como para planear unas vacaciones en el exterior, debemos demostrar nuestra inocencia y declarar para qué usamos la platica, nuestra platica porque nadie nos regaló ni un peso para ese viaje.

Ni hablar del gobierno que nos ha tocado padecer. Nosotros tan cultos y educados, amantes de la libertad y la igualdad, ahora sometidos a una dictadura moderna. Padecemos todos los días escuchando hablar a un personaje que tiene el descaro de encadenarse y no dejarnos ver nuestra novela o escuchar nuestros divertidos programas de radio en medio del tráfico infernal (mencionado anteriormente).

Es que hasta en medio de oscuridad y calor hemos tenido que aprender a vivir cuando se presentan las cotidianas fallas eléctricas, lo de cotidiano no es exageración, ocurre todos los días en muchos lugares del país. Por no hablar del agua, eso  no es nada para nosotros que ya hemos adoptado a esos útiles tanquecitos en nuestras casas, como uno más de la familia.
Somos tan anormales que andamos por la calle expuestos a que llegue un tipo y nos quite la plata, el teléfono, el carro y cualquier otra cosita que tengamos. A veces hasta la vida, bueno no a veces, muchísimas veces nos quitan la vida, más de las que quiero pensar en este momento. Porque cuando le quitan la vida a cualquier persona en este país, nos quitan la nuestra también.

Podría escribir varias páginas más y no terminaría de contar todas las aventuras que nos toca afrontar diariamente, pero quien nos manda a tercos, nosotros nos buscamos nuestra desgracia. En vez de agarrar nuestros cachachás y montarnos en un avión para donde sea pero ya, cualquier lugar es mejor que esto, no?

Bueno, seré loca entonces, pero yo de aquí no me muevo.

Hasta ahora no había hablado con tanta ironía y sarcasmo sobre nuestra realidad, pero dada la crudeza con la que se presenta a diario se necesita un digestivo para tratarla.

La respuesta a esa pregunta inicial, la irá encontrando cada quien dentro de sí. Yo no puedo decir porqué sigues tú aquí, solo puedo responder por mí.

Yo sigo aquí porque es mi destino, porque sé lo que vale esta tierra y su gente, quiero ser más que testigo constructora de su futuro. Así como he quedado maravillada una y mil veces con los países y ciudades “civilizados” y modernos que he visitado (y seguiré visitando), también sé que tomó tiempo y esfuerzo de sus habitantes para llegar a construir lo que hoy tienen. No cayeron del cielo las grandes obras de ingeniería o las maravillosas obras de arte, no llegó Harry Potter con su varita y aparecieron las magníficas autopistas y ordenadas calles. No fue por suerte que se construyeron escuelas, hospitales, teatros, plazas, museos. 

Torre Eiffel (París, Francia) ( http://www.viajespasion.com)
Suerte tenemos nosotros porque nadie vino a construir los tepuyes en la Gran Sabana, o a llenar de petróleo nuestro subsuelo, eso estaba ahí antes que llegara la vida como la conocemos a esta tierra. Somos afortunados y tal vez por eso no sabemos valorar las cosas, lo damos todo por sentado.

Ojalá entendamos que hacemos falta aquí, que nuestro aporte es importante. Que nosotros, los que tenemos la fortuna de conocer algo más que lo que vemos aquí todos los días y sabemos que las cosas pueden ser diferentes, nos comprometamos en darle vida a un gran país como el que soñamos y pensamos que no lo tenemos.  Sí, es verdad que merecemos más, pero nadie no los va a regalar. Lo que no se obtiene con esfuerzo y sacrificio no se valora, mi opinión personal sin mayores pretensiones, es que nuestro presente es el resultado de muchos regalos no valorados.

Por cierto, ya somos un gran país aunque no lo veamos. Tenemos que quitarnos demasiadas telarañas mentales que distorsionan nuestra visión. Cuando Miguel Ángel Buonarotti esculpió La Piedad, una de las obras de arte más apreciadas y visitadas del mundo, que se encuentra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, comenzó martillando un pedazo de mármol amorfo y sin ninguna gracia, quitando pedazos a punta de cincel y martillo, con una idea en su mente, una imagen sublime y perfecta del momento en que Jesús yacía muerto sobre el regazo su madre María, cuando lo bajaron de la cruz. Quién podía pensar que de un bloque de mármol, aparentemente uno más el montón, saldría una escultura tan perfecta, donde el artista fue capaz de expresar hasta el más mínimo detalle de una escena de dolor tan profunda, que ha sido admirada por la humanidad durante siglos. 

La Piedad. Miguel Anguel Buonarotti  (1465 - 1564)
Es lo más cercano que encuentro para explicar la belleza y grandeza de este país. No será de la noche a la mañana, necesita nuestros cinceles y martillos para sacar de este gran bloque de mármol su propia naturaleza, y hacer brillar la belleza que ya posee. Eso sólo lo lograremos con la paciencia, el detallismo, la constancia y la determinación que movió al gran Miguel Ángel en su obra, es lo que debe movernos a nosotros en cada paso, en cada decisión.

domingo, 5 de agosto de 2012

Este país es mío


Soy venezolana porque aquí nací, no hice nada para merecerlo, simplemente aquí estoy. No me preguntaron si prefería llegar al planeta en otro lugar, tal vez en un castillo Escocés o una gran mansión en los Hamptons newyorkinos, o más impensable todavía en un lejano poblado africano, sin electricidad ni agua corriente.

Nací y crecí en este rincón del mundo, sin darme cuenta de lo afortunada que soy. Hoy en día reflexiono mucho sobre eso porque las circunstancias y situaciones del país me permiten encontrarme a cada rato con formas de pensar diversas, filosofías de vida, razonamientos, decisiones radicales como buscar otro lugar para hacer nuestra vida. En la mayoría de los casos (no quisiera generalizar) toda esa convulsión se debe a la “preocupación” que genera tener un gobierno con demasiados rasgos totalitarios, dictatoriales y cualquier otro adjetivo nefasto.

A estas alturas no me parece constructivo seguir en esa onda de echarle toda la culpa a un gobernante que, al fin y al cabo hoy está y mañana puede que no. En el transcurso de estos meses desde que abrí un poco mi mente, decidí darle un toque de seriedad a mis ideas de permanecer en Venezuela sin importar los pronósticos fatalistas, que ahora son triunfalistas porque hay mucha esperanza en el posible cambio de gobierno. Ha corrido mucha agua bajo el puente, he visto y escuchado de todo. No he cambiado de opinión en lo absoluto, pero creo que he entendido mejor la situación, y lamentablemente no es alentador lo que veo, ojalá me equivoque.

Después de todos estos años conviviendo con el chavismo, siendo testigos de un fenómeno de tal naturaleza (no podemos negarlo para bien o para mal ha sido un fenómeno histórico), muchos han sufrido y siguen sufriendo persecuciones, expropiaciones, humillaciones, y todas las “ciones” posibles. Todos o casi todos hemos vivido en carne propia muchos cambios en nuestra vida como sociedad, como ciudadanos. Pero nos hemos limitado a ver sólo nuestro patio trasero, lo que hemos perdido o nos han quitado, lo que estamos sufriendo. No estoy segura de qué tanto nos hemos preocupado por mirar más allá, ¿quién puede negar que existe un pueblo que creyó en esta pseudo revolución porque sintió que al fin había llegado la hora de su reivindicación? Ha sido ese pueblo el que ha mantenido todos estos años a Chávez en el poder, y le ha dado su confianza para que haga lo que les prometió, sacarlos de la pobreza. Evidentemente eso no se cumplió y las razones las sabemos, pero ese pueblo ha cambiado y no lo podemos negar. Yo no soy quien para juzgar a nadie, simplemente observo y reflexiono. El fenómeno Chávez puso en primer lugar, así sea de la boca para afuera, al pueblo marginado y olvidado. Los llamó por su nombre, les dio un rostro y una identidad, les dio oportunidades, les ofreció dignidad. Por otro lado, quienes no formamos parte de ese “pueblo marginado” nos apartamos y no creímos en el señor Chávez ni en su revolución. Entonces llegó la división tajante entre nosotros, que no era nueva solo que ahora se maximizaba, como si hubiésemos construido un muro invisible que nos separa. Entonces quienes están de un lado creen tener la razón y los otros están locos, eso sirve para ambos chavistas y opositores, como si no fuéramos venezolanos todos.

Pienso que cuando nos encontremos como un solo pueblo y nos valoremos los unos a los otros podremos salir adelante y caminar juntos hacia un mejor futuro. Esa frase suena a eslogan de campaña política pero no lo es. De verdad lo creo, y sé que no soy la única que piensa así.

A veces escucho cosas muy fuertes que me duelen en el alma porque son como bofetadas mientras sonríes, es decir, uno anda en la onda de hacer bien las cosas, del esfuerzo, el trabajo para lograr los cambios en la sociedad y se encuentra con personas que teniéndolo todo se siguen quejando, que son capaces de mirar con desprecio a otros que tal vez no han sido tan afortunados, de burlarse o no querer estar cerca de ellos porque no están a su nivel. En esos momentos he llegado a pensar que nos merecemos todo lo que nos pasa porque no estamos a la altura de las circunstancias, y que ojalá ocurra todo eso que tememos y definitivamente se instale una dictadura o lo que sea, a ver qué es lo que vamos a hacer.

Menos mal que solo son pensamientos efímeros, que desaparecen rápido y sin dejar heridos. Lo que queda es la certeza de que hay razones para seguir teniendo esperanzas, la luz no se apaga, y por cada persona desubicada hay mil que están haciendo las cosas bien, que saben que necesitamos evolucionar como sociedad y vamos hacia allá.

Haciendo un inventario de todo lo bueno y lo no tanto, lo que me gusta y me apasiona así como aquello que me incomoda, yo amo este país porque es mío, con todo lo que trae. No dejaré de criticar lo que piense que se puede hacer mejor, pero no me avergüenzo de haber nacido aquí y llevar esta sangre caliente y medio loca, es un orgullo ser venezolana.  Y ser venezolana para mí significa amar y respetar a este país completico, a todos los que aquí nacimos, vivimos y caminamos por sus calles, a los que hoy no están presentes también. No quiero seguir perdiendo el tiempo en odios y divisiones, vengan de donde vengan, lo que me importa es el bien para este pueblo donde me incluyo y donde definitivamente debemos sentirnos incluidos todos.