Durante días he estado reflexionando sobre el compromiso que acepté cuando me lancé en esta aventura. Y ese compromiso en primer lugar es conmigo misma, porque me planteé un reto personal que no es otro sino el de poner en acción mis pensamientos e ideas y no dejar que se quedaran dando vueltas en mi cabeza como suele pasar. Si daba algún resultado o no, era lo de menos. Sólo sentí que tenía que atreverme y hacer mi parte, con toda la buena intención del mundo. Ya con eso habría logrado un objetivo, aún si la idea resultaba un fracaso yo había hecho algo, literalmente “la peor diligencia es la que no se hace”.
Pero el Plan A ha llegado lejos, es decir, el mensaje salió y no ha parado de dar vueltas por todas partes. De hecho me sorprendo muchísimo cada vez que reviso las estadísticas del blog y veo cuantas veces lo han visitado, o desde qué países. Para mí todo esto es nuevo, tal vez un periodista, escritor, o alguien involucrado en los medios esté acostumbrado a que lo lea mucha gente. Yo soy solo una persona común y corriente que está buscando la manera de abrir los ojos de los venezolanos (vivan o no aquí), y proponerle a todos los que creen en este proyecto que nos quedemos aquí a trabajar duro por Venezuela pero también a disfrutarla de punta a punta, sus lugares, sus tradiciones, y lo más importante su gente, nuestra gente.
Si me lo permiten quisiera compartir varios párrafos de uno de los libros que definitivamente marcó mi vida. Justamente ayer al despertarme fui a buscarlo porque pensé que podía servirme para el proyecto, y minutos después supe de la muerte de su escritor en las noticias. Se trata de Ernesto Sabato, escritor argentino que me atrapó con sus palabras desde el primer libro suyo que leí. El libro se llama La Resistencia.
El ejercicio que propongo es encontrar cuanto pueden servirnos estas reflexiones de alguien que está cuestionando la realidad humana actual, para enfocarnos en nuestra realidad específica (Venezuela). Porque dentro del planteamiento de rescatar a la humanidad, también encaja perfectamente nuestra idea de luchar por este pedacito de tierra que Dios escogió para nosotros. Los dejo con Sabato:
“Todavía podemos aspirar a la grandeza. Nos pido ese coraje. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que –únicamente- los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana…”
“Si cambia la voluntad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. Podremos recuperar esta casa que nos fue míticamente entregada. La historia siempre es novedosa. Por eso a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, son las que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida…”
“La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores espirituales, como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas. ¿De dónde se desprendía su valor, su coraje ante la vida?...”
“La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, tierra sobre la cual millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar la vida de los demás. Ellos encarnan la resistencia. Se trata de saber, si su sacrificio es estéril o fecundo, y esto debemos decidirlo nosotros. Para ello debemos reconocer el lugar donde oponer resistencia, donde palpar el espacio de libertad que está a las puertas…”
“En esta tarea lo primordial es negarse. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo…”
Después de pensar un poco puedo decir que el proyecto va por buen camino y creo que ya lo estamos ejecutando cada uno en el lugar donde está, haciendo su parte. Al principio me imaginé que esto debía ser algo más estructurado para que funcionara, y obviamente no tenía ni idea de cómo podía lograrlo. Sin embargo, tal como lo sospechaba, las circunstancias me han hecho entender que no hay de qué preocuparse. He tenido la oportunidad de conocer mucha gente, y más importante aún de conversar y escuchar las opiniones, inquietudes y críticas que han surgido a raíz de estas reflexiones que estoy plasmando.
Alguien me dijo, ¿te das cuenta que ya estás moviendo las conciencias?, tus escritos han puesto a reflexionar a más de uno. Esa era la idea precisamente.
También he recibido muchos consejos valiosos, entre los cuales quiero destacar uno que honestamente me hizo temblar el piso. Se trata de una importante periodista del país, a quien admiro mucho y que también ha servido de inspiración para el Plan A porque se ha dedicado a promover el turismo nacional desde hace mucho tiempo, y sigue aquí trabajando día a día para mostrar todas las bellezas de Venezuela. Creo que saben de quien hablo, Valentina Quintero. Su consejo para mí (en realidad para todos nosotros, porque yo sé que no estoy sola en esto) fue básicamente sé constante y paciente, sigue fajada con el blog y busca todas las formas de difundirlo. Obviamente compartimos el Plan A, que en sus palabras es “permanecer en Venezuela y hacerla grande y nuestra a diario”, y luego se despidió con una frase que me impactó mucho: “insiste y verás los resultados”.
Se dice fácil, insiste, pero para eso hace falta renovar todos los días el compromiso que tomé con Venezuela y conmigo misma, y no perder de vista el objetivo, no permitir que la dura realidad cotidiana me quiera absorber en su círculo vicioso de quejas y pesimismo, por el contrario encender la creatividad y abrir bien los ojos y los oídos para recibir las señales que llegan de todos lados queriendo mostrarme el camino hacia mis sueños. Esos sueños incluyen ver mi país renacer, reconocernos como un pueblo que luchó y luchará siempre por su libertad, que seamos capaces de valorar todas nuestras potencialidades y trabajar con constancia para superar todas nuestras fallas con humildad y dignidad.
Para lograrlo hace falta resistir…