lunes, 18 de abril de 2011

Madera fina

La música es el idioma mediante el cual se comunican las almas, y si mi país tiene un alma (claro que la tiene,) yo estoy segura de que canta y canta para hacernos escuchar sus más profundos sentimientos. Hay muchas maneras de decir te quiero, te extraño, me haces falta, te necesito, eres lo más lindo que tengo… así mismo Venezuela cada día nos canta de mil formas como una mamá a su hijo recién nacido, como un pajarito que te alegra la mañana, como un río bajando de la montaña o las olas alcanzando la orilla en un playa tranquila. Nos canta cada día para hacernos felices, para que seamos mejores personas, para que luchemos por nuestros sueños.

Este sueño loco que tengo al pasar de los días se va nutriendo con los mensajes que llegan a mi alma desde cada rincón de mi país en el que pienso, añoro o visito. Es eso lo que me da fuerza para continuar, sin dejar que el desánimo gane un milímetro de terreno. Y por supuesto saber que ya muchos comparten esta idea, que han hecho de Venezuela su plan A, eso es algo que no tiene precio.

Ya había comentado que iba a leer mucho, investigar, reflexionar sobre nuestra historia como país, sobretodo como pueblo. Estoy en eso, tal vez no vaya a la velocidad que quisiera pero voy a paso seguro. Algo de lo que cada vez tengo más certeza es que nuestra realidad actual no es fortuita, es un ciclo más de la complicada historia que traemos encima. Y esto tengo que confesar que en cierto modo me alegra, porque le ha quitado toneladas de importancia al personaje que hoy nos gobierna a algunos, porque a otros los atormenta, otros tantos le temen y le huyen, y otros que no son pocos (los mismos de siempre) creen en él. Son precisamente estos últimos, “los mismos de siempre”, en quienes me he detenido a pensar.

Yo no pretendo convertirme en socióloga, aunque si me descuido termino con el título en la mano porque es un área realmente fascinante y clave para entendernos como pueblo. Quisiera que cada uno de nosotros se colocara por un solo instante en los zapatos de quienes a lo largo de la historia han venido recibiendo mensajes de conformismo, de dependencia de algún poderoso, de esclavitud bajo cualquiera de sus versiones modernas, y así podemos seguir poniéndole nombres a todo lo que sabemos que ha alimentado el alma indefensa de quienes por la razón que sea no han tenido acceso a algo diferente. Y de verdad, con el corazón en la mano digo “alma indefensa”. No es un justificativo, ni mucho menos lástima, es que entendí que en el alma de cada uno de nosotros habita el amor, la bondad, la solidaridad; sin embargo, somos vulnerables cuando nuestra alma comienza a ser alimentada con resentimiento y dolor, con sufrimiento y miseria, pero sobretodo con ignorancia. Pienso que ahí está una de las raíces más profundas de todo lo que estamos viviendo, en la ignorancia. Y estoy segura de que ese detallazo no se le ha escapado a ninguno de nuestros gobernantes desde los tiempos de Bolívar.

Ahora bien, eso tiene arreglo. Mi pregunta es, ¿estamos dispuestos a ponerle el pecho a la situación?

Porque si decidimos que nos quedamos aquí y vamos a luchar para sacar el país adelante, estemos claros que además de organizar la economía y enseriar la política, se necesita voluntad de parte de todos para que la educación y la cultura forme parte de una vez y para siempre de la vida de los millones de venezolanos que están hambrientos porque no se han alimentado bien durante siglos. Y eso queridos amigos, es tarea nuestra también. No podemos permitirnos el lujo de dejar nuestro destino en manos de nadie que no seamos nosotros mismos, debemos fortalecer nuestra conciencia para entender que cualquier cambio por pequeño que parezca comienza en nosotros, en nuestras familias, en nuestra vida cotidiana.

Y quiero decir que la montaña de problemas pareciera gigante, me la imagino como el Roraima visto desde su base (tengo pendiente conocer la Gran Sabana, anotado). Pero así como se hizo tan evidente para mí que nuestros problemas no comenzaron en 1.999, de la misma manera he ido descubriendo y conociendo muchos hombres y mujeres que lo dieron todo y se jugaron la vida por este país, y sé que hoy todavía existimos, respiramos, y estamos dispuestos a darlo todo muchos más. Allí es donde se pone buena la cosa, como cuando una película toma giros inesperados y uno se emociona. Porque me puedo imaginar a un gentío escalando el Roraima, trabajando en equipo, con los mejores instrumentos disponibles (no sé mucho de esos deportes extremos pero cierro los ojos y veo la escena), todos haciendo su parte del trabajo para llegar a la cima. Ese gentío somos nosotros, todos los que hoy estamos emocionados y tal vez no sabemos muy bien qué hacer, pero estamos seguros de que Venezuela es lo nuestro. Y sé que se irán sumando muchos más, además de los que desde hace mucho tiempo vienen preparando el terreno, entrenando fuerte para la aventura que nos espera.

“Voy a arrancarte esa mirada de animal mal herido y que tus ojos se convenzan de la suerte que tuvimos de tener madera fina”

Gracias Yordano, es así, somos de madera fina, nadie puede dudarlo.

martes, 5 de abril de 2011

Tomando forma

El mensaje está en el aire, ya comenzó a rebotar por todas partes. ¿Ahora qué?

Hace apenas pocos días no podía imaginar que por seguir un sueño y simplemente ponerme a trabajar para alcanzarlo iba a sentir la infinidad de cosas bonitas que hoy no me caben en el pecho.

Finalmente estoy haciendo algo por mi país, algo concreto y tangible que poco a poco está tomando forma. ¿Cuál forma? Bueno aunque todavía no esté enfocada en algo específico, lo cierto es que se están moviendo las fibras de la gente y este proyecto que comenzó siendo “mi proyecto”, ahora es el de unos cuanto y espero que el de muchos más.

He hablado con mucha gente y escuchado diferentes puntos de vista, y siempre llego a la misma conclusión: Venezuela será grande en la medida que nos comprometamos con ella en serio y desde lo más profundo. Gente valiosa hay mucha, como dicen en mi tierra “como arroz partío”. Entonces las esperanzas crecen y crecen, al contrario de lo que se quiere hacer creer, que no hay esperanza ni futuro, que si Chavez gana en el 2012 hay que salir corriendo de una vez por todas.

Voy a contarles un poquito la historia de los gochitos Contreras, no me la sé exactamente pero lo poco que sé me ha servido muchísimo en la vida porque es en cierto modo la base de una sociedad que luchó por superarse y lo consiguió. Más allá de que son mis abuelos y mis tíos los protagonistas, siento que refleja la historia de una generación de venezolanos que hoy sienten que sus hijos no tienen ni la mitad de las oportunidades que ellos tuvieron, aún cuando su propia realidad social y económica era peor que la actual.

Resulta que Catalina y Daniel se fueron desde los Andes hacia el Zulia con algunos de los hijos que ya habían nacido, y terminaron la producción (de hijos) en Maracaibo. ¿Recuerdan cuántos gochitos eran? Catorce (14), sí, leyeron bien catorce carajitos tuvieron mis abuelos. Según he escuchado mi abuelo trabajó en el matadero municipal o algo así, creo que también se dedicó al comercio. Mientras tanto Catalina se quedó en casa criando muchachos, no la tenía fácil. Ella era maestra rural allá en Mérida.

Me han contado que abuela Cata iba a buscar los regalos de Navidad que daban en el Cuartel Libertador para que el “Niño Jesús” le trajera algo a sus hijos. También en algún momento vivieron en la casa parroquial de un sector popular en Maracaibo, donde el sacerdote los acogió para ayudarlos. Y así muchas historias de pobreza, pero también de trabajo y sobretodo de honradez.

Todos los muchachitos fueron a la escuela, no me puedo imaginar con cuánto sacrificio. Algunas veces no tendrían ni zapatos para asistir, o a lo mejor no podían pagar el pasaje. El punto es que no sólo fueron a la escuela primaria (pública obviamente), también estudiaron el bachillerato, y más todavía, la mayoría de ellos fue a la Universidad. Imagínense una gente en condiciones tan duras haciendo todos los esfuerzos posibles para que sus hijos tuvieran una educación formal y lograran superarse en la vida.

De allí salieron ingenieros, una arquitecta (mi madre), una bionalista, un historiador, dos matemáticos, varias maestras. Realmente de allí salieron personas decentes, trabajadoras, honradas. Varios de ellos profesores universitarios. De hecho, dos de ellos obtuvieron la beca Gran Mariscal de Ayacucho y se fueron a estudiar en Boston. ¿Boston? Yo creo que conocieron Boston primero que Margarita, porque como podrán imaginar el turismo no era una opción para esta familia.

Poco a poco cada uno de ellos fue haciendo su vida, que mejoró sustancialmente en comparación con su niñez y juventud. Se casaron, tuvieron hijos, los cuales también han tenido hijos, en fin hoy somos un gentío.

Esa historia que sé que para muchos suena lejana, y muchos la sienten propia, sucedió en Venezuela, durante los benditos 40 años por los cuales hasta yo me he llegado a sentir culpable por tanto escuchar el discurso “Revolucionario”. Es más, yo vengo de esa familia y siempre me he sentido muy orgullosa de ello, pero hoy no lo cuento para lucirme con nadie, lo cuento para que reflexionemos sobre el fondo de estos hechos.

Si alguno de los protagonistas de la historia, siente que falta algo o que lo que conté no es fiel a la verdad, cualquier comentario o aporte será bienvenido.

¿Alguien puede imaginar todo lo que les acabo de contar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar de Venezuela?

Antes pensaba que era imposible que una familia en esas condiciones lograra el mismo resultado. Pensaba ¿cuántos de esos muchachitos llegarían a los 15 años sin meterse en problemas, drogas, delincuencia? ¿Cuántos llegarían vivos a los 20 años? ¿Cómo carrizo iban a hacer para salir del barrio si no podrían comprar ni un metro cuadrado para vivir con su nueva familia?

Realmente cuesta pensarlo, porque la situación actual del país es muy distinta. Pero si eso pasó aquí, y tanta gente luchó y logró vencer la pobreza, significa que hay esperanzas para reconstruir a Venezuela.

Mi optimismo no es puro discurso, es real y vivo. He entendido algo que quizá es la clave para realizar mi proyecto: no se trata de convencer a la gente para que no se vaya, si no de darles todas las razones posibles y más para quedarse. Suena igual pero no es lo mismo.
Nosotros contamos con riquezas naturales envidiadas por muchos países, que con mucho menos hoy han alcanzado el desarrollo. Nuestra calidad humana es la mayor riqueza que tenemos, y es la que nos va a sacar definitivamente de este atolladero. Pero eso sí, tenemos que estar conscientes de que debemos cultivarla y desarrollarla en toda la población. Finalmente seremos TODOS los venezolanos juntos los que haremos de nuestro país la Venezuela que sé que soñamos.

Digo esto porque no sé si estamos claros en que la mayor parte de nuestra población, esa que hoy vive en la pobreza, pero no sólo en la pobreza material sino en la pobreza espiritual y moral, se ha acostumbrado a vivir de cierta manera. Es decir, su motivación va dirigida hacia el poder. Entendiendo como poder, todo lo que genera conflicto, imposición, envidia, vivir en una realidad que no cambia (y no tiene porqué cambiar), miedo.
Otro tanto de nosotros encuentra su motivación en el logro, alcanzar metas, superarse, esforzarse.

Tengo que confesar que todo esto es nuevo para mí, esas teorías sobre nuestra cultura apenas las estoy conociendo. Y les puedo decir que la línea divisoria entre una y otra es muy delgada. Porque aún cuando pensemos que estamos entre el grupo minoritario, el que lucha por sus metas, y tiene buenos principios y jamás caería en la envidia o los conflictos, nada más lejos de la realidad. Se los digo en primera persona, porque descubrí que si bien mis pensamientos y sentimientos van en una dirección mis actos muchas veces van en otra. Luego pienso que podré hablar con mayor propiedad sobre el tema, pero en este momento sólo quiero dejar claro que la huella de nuestra historia como pueblo está marcada en nosotros y muchas veces nos hace actuar impulsivamente de manera contraria a nuestros pensamientos.

Esto no quiere decir que no tenemos remedio, quiere decir que hay que echarle un cerro para educarnos como pueblo. Para fortalecer nuestra motivación hacia el logro en cada aspecto de nuestra vida. Pienso que una vez hecho el diagnóstico, lo que hay que hacer es seguir el tratamiento (porque vuelvo y repito, la enfermedad no es terminal). Tengo que seguir investigando sobre este tema, a largo plazo esta es la vía para concretar el plan A.
Entonces, por el momento decidí enfocarme en las razones para quedarme, mejor dicho para quedarnos, porque este proyecto lo estamos construyendo todos.

Una amiga me propuso salir a recorrer juntas los lugares más diversos, en la medida que nuestro tiempo y nuestras posibilidades lo permitan, para recoger testimonios y fotografiar la realidad que encontraremos. Pienso que podemos hacerlo y colocar por aquí esos hallazgos para compartirlos con ustedes y con el mundo. Queremos enfocarnos en la realidad positiva, la Venezuela que muchas veces no vemos (¿o no quieren que veamos?). Esta es sólo una iniciativa, de muchas que irán saliendo y tras las cuales pienso encaminar mis pasos.

También sigo con la idea de conversar con personas influyentes en los más diversos ámbitos. Empresarios exitosos, líderes de comunidades populares, políticos, investigadores, artistas, gente común y corriente como yo, trabajadores, estudiantes. Eso sí, que tengan en común la pasión y el amor por el País. Y recopilar esas conversaciones para compartirlas también.

Mientras tanto, en el salón de la justicia, como decían en una comiquita de mis tiempos, estoy leyendo, aprendiendo, conversando con la gente y reflexionando sobre todo. Y también trabajando mucho (sin el traje de súper héroe que me pongo para escribir). Ah y de paso comenzando un posgrado…Creo que nunca había tenido una agenda tan divertida en mi vida, sintiendo que cada segundo cuenta para luchar por mis sueños.