martes, 9 de abril de 2013

Hermano Chavista


¿Por qué nos tomó tanto tiempo mirarnos a los ojos?

Cuando escribo estas líneas los dedos no logran ir tan rápido como el cerebro quisiera y tengo que seguirle el paso, para que no se quede por fuera ni uno solo de los pensamientos que durante días, más bien meses, me persiguen a donde quiera que voy.

Esta es una carta personal, la escribo yo (quien firma) y va dirigida a ti, que la recibes y te tomas unos minutos para leerla.

Con todo mi respeto me estoy atreviendo a dirigirme a ti, hermano Chavista, que así como yo amas tu tierra y quieres lo mejor para tu país, para tu gente. Desde aquí no saldrá nunca un insulto hacia ti, podemos pensar distinto y aún así seguir siendo hermanos, ¿quién no ha discutido un punto de vista con su familia? ¿por eso han dejado de comer en la misma mesa? ¿por eso han dejado de quererse?

Yo amo mi Patria inmensamente, la amo así como es, con todos los que aquí vivimos echándole pichón cada día para salir adelante, llevando comida a la casa, ayudando a quien necesita una mano, sintiéndonos útiles. No la amo más que tú, ni tú más que yo.

Te pido disculpas si te hago perder el tiempo con mis palabras, y también te agradezco desde lo más profundo si llegas hasta el final (no será larga la historia, lo prometo). Hoy solo faltan días, horas, para encontrarnos de nuevo en la cola para votar. Quien irá el domingo en mi lugar no es la misma Beatriz que en 1998 con 18 años iba elegir por primera vez al Presidente de la República. Hoy soy alguien diferente, con mis treintipicos años encima y una nueva conciencia. No me avergüenza decir que le agradezco al Presidente Chávez haber cambiado mi visión de las cosas, nunca fui su seguidora pero eso no quiere decir que no reconozca su lugar en la historia de este país.

Yo no vengo a pedirte que votes por Henrique Capriles, solo a pedirte que reflexionemos juntos, que hagamos un ejercicio, porque tu y yo no somos diferentes, no somos enemigos, nos comemos la misma arepa en el barrio o la urbanización, en el rancho o la mansión, somos hermanos vale!

Tú al igual que yo estás sufriendo y lo sabes, cuando llega el malandro no mira a quien le va a disparar, simplemente nos mata y agarra el botín, lo poco que tengamos encima, y nos deja ahí en la calle con la bala en la frente. Lo que yo gasto en el mercado es lo mismo que gastas tú, y nos sudamos esa plata igual. Te estoy hablando a ti, al venezolano honrado, echao pa lante, que si no consigue trabajo se pone a vender tortas, que quiere que sus chamos estudien, que no se queden por ahí sin hacer nada para que llegue el vicio y los atrape. Tus problemas son los mismos que los míos. Cuando no hay agua o no hay luz, es en tu casa y en la mía también. Tú sabes que las cosas no han mejorado en estos años y no están mejorando en el poco tiempo del actual gobierno (N. Maduro), lo vives a diario igual que yo.

La corrupción y las injusticias del pasado nadie las puede negar, y creo que nadie quiere hacerlo. Quisiera que en la soledad de tu conciencia te preguntes si hoy ya no existen esas dos palabras en Venezuela. Yo no voy a discutir si el socialismo es bueno o malo, realmente ese no es el problema. Vuelvo a preguntar: ¿no hace falta coherencia cuando hablamos de socialismo y le pedimos al pueblo sacrificios mientras nosotros si vivimos bien, si compramos el carro que queremos, nuestros hijos estudian en buenos colegios, viajamos de vacaciones por el mundo? Te lo pregunto a ti porque sé que crees en el ideal de Chávez, pero igual estás pasando trabajo y necesidad, o no?

Repito, no estoy pidiendo votos para Capriles, solo estoy tratando de que nos volvamos a encontrar. Tu y yo, nosotros los venezolanos. Yo sé que este país tiene un gran potencial y será grande, hoy no lo es porque nosotros no nos hemos decidido a llevarlo a lo más alto. Son muchos años, no solo los de este gobierno, desde mucho antes, que llevamos pensando que hace falta un líder, un salvador, alguien que se ocupe de nosotros. Pero qué tal si nos atrevemos a imaginar que ese hombre, esa mujer, podemos ser nosotros mismos. Tu y yo tenemos el poder en nuestras manos, por eso nos persiguen para tratar de convencernos de que votemos por este o aquel. Nuestros votos sí deciden cosas, deciden el destino de la nación. Tenemos la opción de dejarnos convencer, pero también tenemos otra…convencernos nosotros mismos del futuro que queremos para nuestro país.

Yo quiero un país donde nos respetemos, donde todos tengamos los mismos derechos (y cumplamos los mismos deberes), que podamos ser verdaderamente libres: libres de caminar por nuestras calles a la hora que sea, libres para decidir qué canal queremos ver, libres para decir lo que pensamos siempre, que nuestros niños crezcan sin miedo a la noche oscura y a las balas. Quiero un país que aproveche de verdad sus recursos, comprar café venezolano en el mercado, no salir corriendo cuando aparece el pollo, viajar por las carreteras sin dejar un caucho en el primer hueco y poder conocer cada rincón de esta tierra. Quiero vivir en paz, trabajar y esforzarme por ser mejor todos los días, sin preocuparme si habrá luz o agua esta noche en mi casa. Así podría escribir hojas y hojas, pero no son solo sueños o ilusiones, es que yo sé que podemos ser ese país, lo tenemos todo para serlo. El recurso más valioso, lo más importante que tenemos, somos nosotros. Atrevámonos a darle una oportunidad a Venezuela.

El domingo frente a esa máquina dejaremos nuestra huella, con conciencia y responsabilidad. Yo sé que tenemos los mismos anhelos, y sé que decidiremos entre la coherencia que no vemos hoy y la oportunidad de cambiar para mejor. Lo más importante: no olvidemos nunca que nosotros tenemos el poder, tú y yo, los venezolanos.

Cualquiera que sea el resultado de las elecciones, mis convicciones estarán intactas y no juzgaré a quien elija seguir como estamos. Como dije antes, amo este país con todo lo que trae y seguiré luchando por Venezuela, con mi trabajo, mi empeño, mi amor y mi respeto.
Hoy te abrazo con un sentimiento grande de hermandad, y mi mayor alegría será sentir que es recíproco. Ya no nos separa un adjetivo, ahora nos une un país.