domingo, 2 de junio de 2013

El río, la selva y la luna...Capítulo 2

Llegó el día de la excursión al Salto Pará. Salimos temprano antes de que el sol comenzara a hacer su trabajo.  La caminata será de tres horas selva adentro. Esperaría que el paisaje fuera virgen, al menos tranquilo, pero no. La impresión de la noche anterior: tiendita, música y “civilización” fue confirmada. Basura en el camino, filas de gente cargando gasolina (hasta 70 litros), esclavitud moderna. A pesar de todo esto es emocionante seguir la ruta dentro de un bosque selvático, encontrar insectos, árboles, frutas que no has visto antes. También retarte un poco físicamente, algo que como ya sabemos todos no es mi fuerte.

Finalmente llegamos al puesto de la Guardia Nacional en la comunidad La Para, donde está el puerto para seguir la navegación río arriba (Alto Caura). Tomamos el camino para llegar al Salto, primero lo pudimos observar desde arriba y confieso que quedé en shock por algunos segundos al sentir la fuerza del agua desparramándose sobre esa montaña rocosa a unos metros de mí. 



Enseguida bajamos a la playa en el Salto, que también tiene una orilla de arena blanca y un paisaje sublime. Esos momentos en la “playa” fueron mágicos, estamos conscientes de que somos una élite que tiene la posibilidad de vivir esta experiencia porque no es fácil llegar hasta aquí. Pero pienso que eso puede cambiar, desearía que muchos venezolanos pudieran venir aquí, que valoraran estas cosas.

De regreso hay que ponerle voluntad y reforzar las piernitas. Todo lo que vi en el camino me impresionó, me deprimió y me lastimó. El eterno problema de la humanidad, entre nosotros siempre el más débil es utilizado. Hay una mina de oro más allá del Pará y se puede notar que algo no está bien. Pero la magia del Salto Pará logró capturarme, esa energía tan poderosa que transmite la naturaleza virgen no lo deja a uno indiferente, por el contrario te cambia los códigos para volver al mundo del que escapaste por momentos con otra consciencia.

Mientras camino de regreso me hago esta pregunta, ¿cómo puedes amar lo que no conoces? Escucho esta frase en una canción: “I´m right where I belong” (“estoy justo donde pertenezco”) y pienso que esta tierra me está hablando. Todo esto me pertenece y  no me doy cuenta de lo rica que soy. Nuestro amigo holandés dice que esto es la verdadera libertad, tiene toda la razón.

Aún después de ver la injusticia y la crueldad del paso de la “civilización” con todo lo que ella implica (dinero, poder, etc.), creo que puedo entender que no todo es tan malo. Porque objetivamente hablando, sin gasolina yo no habría llegado hasta aquí. Los campamentos son cómodos, hay electricidad, hay baños. Los indígenas tienen acceso a cosas básicas para vivir, no sé si la mayoría de ellos pero al menos los que pude ver. Siempre se puede mejorar pero esto es más de lo que yo esperaba.



Ya lejos de El Playón, río abajo nos paramos en una comunidad que está antes de Las Cocuizas (donde pasaremos la última noche), se llama Nichare. Tiene un ambulatorio y una escuela, donde entramos a cureosear y estuve ojeando los libros de historia con los que “enseñan” a los niños. Para no salirme del tema solo diré que pude comprobar aquello de que la historia la escriben los poderosos, y los poderosos de ahora aunque lo nieguen son peores que los de ayer (que ya tenían suficientes defectos).

Para la última noche en Las Cocuizas, el regalo de la selva fue una luna brillante como el sol y las estrellas adornando un cielo que abrazaba. El reflejo de la luna sobre la corriente del río, ¡que momento!. Una cama de piedra para disfrutar el espectáculo.  

Esta vez no quiero dejar de mencionar a mis compañeros de aventura, la mayoría de ellos eran desconocidos para mi pero todos aportaron algo para que esta experiencia fuera inolvidable. Arturo, nuestro guía y mi amigo desde Roraima, Chandler, Francisco, Patricia, el señor Bautista, Marcel y Marcella con sus lindas niñas Colien, Caja y Leki. Al equipo de Akanan Travel, especialmente a Manuel quien organizó el viaje, les agradezco todo el esmero y la pasión que le ponen al trabajo que hacen, mostrar a Venezuela de la mejor manera posible, dándonos la oportunidad de vivirla a plenitud.



No puedo dejar de pensar en que debo volver. La verdadera libertad está justo frente a ti. Mientras todos están en la playa, nosotros nos metimos en la selva. Que afortunados somos.

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