domingo, 22 de abril de 2012

Como quien va hacia el Roraima II

Día 5. Mi café de la mañana pasó a otro nivel hoy, estoy en la cima del cielo y sabe mejor que nunca. Mis amigos Alexander, Otilio y compañía (nuestros guías pemones), me cuentan un poco sobre ellos  mientras me tomo otro café. Una familia trabajadora, sencilla, donde cada uno tiene su tarea y entre todos hacen un gran trabajo. Con buen ánimo, son amables, un poco callados pero cordiales siempre.

Otro día completo para explorar, conocer y admirar este lugar que ya me había robado el corazón. Llegamos hasta el punto más alto, llamado el Maverick porque la formación de rocas vista de lejos tiene la silueta del automóvil en cuestión. Mientras vamos caminando veo ese pocotón de rocas gigantes, que parecen puestas a propósito de cierta manera, otras más pequeñas con formas de animales o caras de personas, o cualquier cosa que la mente quiera ver en ese momento. Entonces pienso, este lugar podría ser como el salón de juegos donde Dios viene a relajarse. Las rocas son como legos que El va armando y desarmando. A lo mejor de repente las lanza hacia arriba y caen de nuevo todas desordenadas, y por eso quedan así. Aquí la imaginación da para todo, me pregunto ¿porqué me tardé tanto en venir? ¿treinta y tres años después es que llego yo aquí? La respuesta es que todo tiene su momento, y de verdad estoy convencida de que es así. Hoy puedo valorar y aprovechar esta experiencia como quizás unos años atrás no lo habría hecho.



También ese día fuimos a la Cueva Ojos de Cristal, impresionantemente abrumadora. Entramos uno por uno, de nuevo en orden y con la seriedad del caso (medio seriedad pues). Como todo esto para mí es nuevo, cada sonido y cada imagen la tengo en mi mente como una película. Habían unas manchitas blancas (un tipo de microorganismo) que brillaban como estrellas en el techo de la cueva, se escuchaba el eco de una corriente de agua, había que estar pendiente de no estrellar la cabeza cuando pasamos por tramos estrechos, ayudándonos a atravesar grietas entre las rocas. Cuando llegamos al pozo dentro de la cueva, donde el techo era alto y el espacio era grande fue un momento especial e impresionante. Ahí por supuesto nos dimos un baño ultra congelado, súper activador, sentí que salí de ahí con quince años menos.



Después otro recorrido por esa inmensidad llena de rocas grandes, cuarzo como arena por el suelo, arena rosada, jardines espectaculares, otra visita a la ventana. Un chapuzón de despedida en los jacuzzi, como los chamos cuando no se quieren salir de la playa.
Noche de risotto y celebración, a dormir con el corazón ensanchado de agradecimiento por estar aquí y por sentir mío también este lugar mágico.

Día 6. La mañana llega con una llovizna melancólica, nos toca decir adiós. Pero antes de partir un arcoíris aparece en el cielo, cerquita de nosotros, y en nuestras caras y corazones se pinta una sonrisa que nada podrá borrar.



El descenso no es fácil, de hecho, fue mi mayor reto físico. Retomamos nuestra alineación, el apoyo de todos tanto moral como físico fue importante para llegar a la base y continuar hasta el siguiente campamento (casi 9 horas de camino en total), en el río Tek. Ya no éramos los mismos, cada uno de nosotros vivió una experiencia única, y llegamos a ser un equipo, buenos compañeros. El campamento estaba bastante poblado, había varios grupos en camino también. Y por supuesto que sin electricidad y en el medio de la nada, conseguimos unas cervezas frías para celebrar nuestra hazaña. La cena fue divertida y nuestras caras además de cansancio también reflejaban alegría y compañerismo. Esa noche entre el cansancio y la emoción, el sleeping bag parecía un colchón king size con almohadas de plumas.

Día 7. Súper temprano ya estábamos desayunando para arrancar antes de que el sol nos derritiera en el camino. Era el mismo camino de hace unos días pero nadie podía aburrirse porque el aire que se respira es tan ligero y tan cargado de buena energía que voy tratando de retratar toda esa inmensidad con los ojos del alma, para tener esas imágenes disponibles en mi mente siempre. Ya a este punto sentía esa sabana como mi casa, todo lo que viví durante esos días me hizo reflexionar y me cambió la manera de ver la vida. Era como si hubiese estado en un retiro espiritual, pero sin sermones ni templos. Conversaciones con Dios, con la naturaleza y con la inmensidad.



Cuando llegamos a Paraitepuy de nuevo, parecía que había cruzado la meta en un maratón (cosa que nunca he hecho). Llegar ahí seis días después no era poca cosa, definitivamente no era la misma Beatriz. Millones de pensamientos y emociones, los puedo resumir en uno tal vez: no hay imposibles. Cuando pienso que algo es muy difícil y no creo que pueda hacerlo, digo fuiste a Roraima y volviste para contarlo, así que deja el drama y ponte en movimiento porque puedes hacer lo que sea. Tal vez es infantil ese razonamiento, pero es la verdad. Me quedó claro que los límites están en mi mente, porque una vez que comienzas a caminar no hay vuelta atrás y así poco a poco, a mi ritmo (que no era el más atlético por cierto), llegué arriba y mis ojos vieron cosas increíbles, mi alma se estremeció millones de veces, luego bajé y regresé al punto de partida en una solo pieza, no dejé una rodilla en el camino. Así que por muy duro que sea el camino, siempre vale la pena recorrerlo y disfrutar cada paso.



Y todo esto ocurrió en un lugar mágico, impresionante y único: La Gran Sabana, Estado Bolívar, Venezuela. Sí, en Venezuela.

Después de todo esto creo que mis planes para este año no pueden ser mejores, este fue sólo el inicio de un viaje que espero no tenga fin. Descubrir los rincones de mi país, no sólo por hacer “turismo nacional”, es más bien como un encuentro con partes de mí misma que están regadas en este pedazo de tierra. Eso sí, podré ser muy soñadora e idealista pero también sé que en el día a día es cuando hay que hacer las cosas bien y ser coherente con esos sueños e ideales. Así que mientras llega la próxima oportunidad para lanzarme a recorrer otros destinos, sigo luchando, trabajando, estudiando, y esforzándome para ayudar a construir la Venezuela que queremos ser.

3 comentarios:

  1. Bea: Ratifico mi comentario de la Parte I del relato. Tambien me encanto tu relexion para motivarte a hacer algo que puede parecer muy dificil o imposible en el dia dia: ...."deja el drama y ponte en movimiento".... Lo pienso aplicar en mis sesiones de coaching, especialmente con gente joven. Gracias de nuevo por este fantastico y singular resumen.

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  2. La cueva Ojos de Cristal es de verdad el secreto mejor guardado del Roraima, es una lástima (o una bendición, no lo se bien!) que poca gente que sube no vaya...

    La sensación de descubrimiento cuando uno esta ahí es insuperable... Yo digo que ese lugar fue lo mejor del viaje al Roraima (lo cual es algo impresionante, considerando lo especial que todo en ese viaje fue!)

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    1. Definitivamente la cueva es clase aparte, y creo que es mejor que no vaya tanta gente (al menos al mismo tiempo). Es un lugar súper especial y que deja huella en quien lo visita.
      Gracias Ricardo! Por cierto ya estoy planeando ir a los morros de san juan gracias a tus recomendaciones!

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