Después de tantas despedidas,
tantas conversaciones o visitas virtuales a nuestros familiares o amigos, a
nuestros más queridos afectos que están lejos, tan lejos como Sidney o Bogotá,
eso es lejos por donde lo veas. Hay un montón de locos que no se han ido,
porque no se atreven, no pueden o no quieren.
Siendo una más dentro de ese
puñado de locos que se quedaron en este lugar al que llamamos nuestro país con
mucho orgullo supuestamente, me hago esa pregunta incómoda a cada rato: ¿por
qué seguimos aquí?
Como es posible que soportemos
vivir nuestros días en este desastre, donde a las carreteras no les cabe un
hueco más y los puentes provisionales que dejaron por siempre se caen porque
pasó un camión muy pesado por encima (que inconsciente ese chofer que no
atravesó el río en chalana mejor). Hablando de choferes inconscientes, como
hacemos para soportar un tráfico infernal que trae un combo de motorizados
desquiciados que parecen salir hasta debajo de las alcantarillas y si nos
atrevemos a rozarlos tratando de cambiar de canal nos patean el carro (los más
educados), también trae un enjambre de autobuses conducidos por personajes que
parecen haber obtenido su licencia en una caja de cereal y que no son capaces
de respetar las paradas establecidas recogiendo pasajeros en la mitad de la
calle (por supuesto los usuarios que se suben o se bajan en esa parada
anárquica también están incluidos), y los millones de imitadores de Pastor
Maldonado que te lanzan el carro y se quieren meter por donde no les toca “porque
están muy apurados” y su tiempo vale más que el nuestro.
Puente sobre el río Cúpira, une los estados Miranda y Anzoátegui (Venezuela) |
Es que uno no entiende cómo es
posible que unas personas tan decentes y civilizadas como nosotros estemos
todavía aquí, exponiéndonos a tantos maltratos y vejaciones. Nos calamos tantas
cosas que puedo entender si alguien nos llama dementes. Tenemos que pedir
permiso para que nos dejen comprar divisas extranjeras, si es que somos tan
atrevidos como para planear unas vacaciones en el exterior, debemos demostrar
nuestra inocencia y declarar para qué usamos la platica, nuestra platica porque
nadie nos regaló ni un peso para ese viaje.
Ni hablar del gobierno que nos ha
tocado padecer. Nosotros tan cultos y educados, amantes de la libertad y la
igualdad, ahora sometidos a una dictadura moderna. Padecemos todos los días
escuchando hablar a un personaje que tiene el descaro de encadenarse y no
dejarnos ver nuestra novela o escuchar nuestros divertidos programas de radio
en medio del tráfico infernal (mencionado anteriormente).
Es que hasta en medio de
oscuridad y calor hemos tenido que aprender a vivir cuando se presentan las
cotidianas fallas eléctricas, lo de cotidiano no es exageración, ocurre todos
los días en muchos lugares del país. Por no hablar del agua, eso no es nada para nosotros que ya hemos
adoptado a esos útiles tanquecitos en nuestras casas, como uno más de la
familia.
Somos tan anormales que andamos
por la calle expuestos a que llegue un tipo y nos quite la plata, el teléfono,
el carro y cualquier otra cosita que tengamos. A veces hasta la vida, bueno no
a veces, muchísimas veces nos quitan la vida, más de las que quiero pensar en
este momento. Porque cuando le quitan la vida a cualquier persona en este país,
nos quitan la nuestra también.
Podría escribir varias páginas
más y no terminaría de contar todas las aventuras que nos toca afrontar
diariamente, pero quien nos manda a tercos, nosotros nos buscamos nuestra
desgracia. En vez de agarrar nuestros cachachás y montarnos en un avión para
donde sea pero ya, cualquier lugar es mejor que esto, no?
Bueno, seré loca entonces, pero
yo de aquí no me muevo.
Hasta ahora no había hablado con
tanta ironía y sarcasmo sobre nuestra realidad, pero dada la crudeza con la que
se presenta a diario se necesita un digestivo para tratarla.
La respuesta a esa pregunta
inicial, la irá encontrando cada quien dentro de sí. Yo no puedo decir porqué
sigues tú aquí, solo puedo responder por mí.
Yo sigo aquí porque es mi
destino, porque sé lo que vale esta tierra y su gente, quiero ser más que
testigo constructora de su futuro. Así como he quedado maravillada una y mil
veces con los países y ciudades “civilizados” y modernos que he visitado (y seguiré
visitando), también sé que tomó tiempo y esfuerzo de sus habitantes para llegar
a construir lo que hoy tienen. No cayeron del cielo las grandes obras de
ingeniería o las maravillosas obras de arte, no llegó Harry Potter con su
varita y aparecieron las magníficas autopistas y ordenadas calles. No fue por
suerte que se construyeron escuelas, hospitales, teatros, plazas, museos.
Torre Eiffel (París, Francia) ( http://www.viajespasion.com) |
Suerte tenemos nosotros porque nadie vino a construir los tepuyes en la Gran
Sabana, o a llenar de petróleo nuestro subsuelo, eso estaba ahí antes que
llegara la vida como la conocemos a esta tierra. Somos afortunados y tal vez
por eso no sabemos valorar las cosas, lo damos todo por sentado.
Ojalá entendamos que hacemos
falta aquí, que nuestro aporte es importante. Que nosotros, los que tenemos la
fortuna de conocer algo más que lo que vemos aquí todos los días y sabemos que
las cosas pueden ser diferentes, nos comprometamos en darle vida a un gran país
como el que soñamos y pensamos que no lo tenemos. Sí, es verdad que merecemos más, pero nadie
no los va a regalar. Lo que no se obtiene con esfuerzo y sacrificio no se
valora, mi opinión personal sin mayores pretensiones, es que nuestro presente
es el resultado de muchos regalos no valorados.
Por cierto, ya somos un gran país
aunque no lo veamos. Tenemos que quitarnos demasiadas telarañas mentales que
distorsionan nuestra visión. Cuando Miguel Ángel Buonarotti esculpió La Piedad,
una de las obras de arte más apreciadas y visitadas del mundo, que se encuentra
en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, comenzó martillando un pedazo de
mármol amorfo y sin ninguna gracia, quitando pedazos a punta de cincel y
martillo, con una idea en su mente, una imagen sublime y perfecta del momento
en que Jesús yacía muerto sobre el regazo su madre María, cuando lo bajaron de
la cruz. Quién podía pensar que de un bloque de mármol, aparentemente uno más
el montón, saldría una escultura tan perfecta, donde el artista fue capaz de
expresar hasta el más mínimo detalle de una escena de dolor tan profunda, que ha
sido admirada por la humanidad durante siglos.
La Piedad. Miguel Anguel Buonarotti (1465 - 1564) |
Es lo más cercano que encuentro
para explicar la belleza y grandeza de este país. No será de la noche a la
mañana, necesita nuestros cinceles y martillos para sacar de este gran bloque de
mármol su propia naturaleza, y hacer brillar la belleza que ya posee. Eso sólo lo
lograremos con la paciencia, el detallismo, la constancia y la determinación
que movió al gran Miguel Ángel en su obra, es lo que debe movernos a nosotros
en cada paso, en cada decisión.
Amiga... q fuerte! Gracias por este articulo y es asi lo q se necesita es paciencia y mucha FE de q si podemos porque todavia somos muchos los locos q seguimoa aqui. Un abrazo.
ResponderEliminar