Soy venezolana porque aquí nací, no hice nada para
merecerlo, simplemente aquí estoy. No me preguntaron si prefería llegar al
planeta en otro lugar, tal vez en un castillo Escocés o una gran mansión en los
Hamptons newyorkinos, o más impensable todavía en un lejano poblado africano,
sin electricidad ni agua corriente.
Nací y crecí en este rincón del mundo, sin darme cuenta de
lo afortunada que soy. Hoy en día reflexiono mucho sobre eso porque las
circunstancias y situaciones del país me permiten encontrarme a cada rato con
formas de pensar diversas, filosofías de vida, razonamientos, decisiones
radicales como buscar otro lugar para hacer nuestra vida. En la mayoría de los
casos (no quisiera generalizar) toda esa convulsión se debe a la “preocupación”
que genera tener un gobierno con demasiados rasgos totalitarios, dictatoriales
y cualquier otro adjetivo nefasto.
A estas alturas no me parece constructivo seguir en esa onda
de echarle toda la culpa a un gobernante que, al fin y al cabo hoy está y
mañana puede que no. En el transcurso de estos meses desde que abrí un poco mi
mente, decidí darle un toque de seriedad a mis ideas de permanecer en Venezuela
sin importar los pronósticos fatalistas, que ahora son triunfalistas porque hay
mucha esperanza en el posible cambio de gobierno. Ha corrido mucha agua bajo el
puente, he visto y escuchado de todo. No he cambiado de opinión en lo absoluto,
pero creo que he entendido mejor la situación, y lamentablemente no es
alentador lo que veo, ojalá me equivoque.
Después de todos estos años conviviendo con el chavismo,
siendo testigos de un fenómeno de tal naturaleza (no podemos negarlo para bien
o para mal ha sido un fenómeno histórico), muchos han sufrido y siguen
sufriendo persecuciones, expropiaciones, humillaciones, y todas las “ciones”
posibles. Todos o casi todos hemos vivido en carne propia muchos cambios en
nuestra vida como sociedad, como ciudadanos. Pero nos hemos limitado a ver sólo
nuestro patio trasero, lo que hemos perdido o nos han quitado, lo que estamos
sufriendo. No estoy segura de qué tanto nos hemos preocupado por mirar más
allá, ¿quién puede negar que existe un pueblo que creyó en esta pseudo
revolución porque sintió que al fin había llegado la hora de su reivindicación?
Ha sido ese pueblo el que ha mantenido todos estos años a Chávez en el poder, y
le ha dado su confianza para que haga lo que les prometió, sacarlos de la
pobreza. Evidentemente eso no se cumplió y las razones las sabemos, pero ese
pueblo ha cambiado y no lo podemos negar. Yo no soy quien para juzgar a nadie,
simplemente observo y reflexiono. El fenómeno Chávez puso en primer lugar, así
sea de la boca para afuera, al pueblo marginado y olvidado. Los llamó por su
nombre, les dio un rostro y una identidad, les dio oportunidades, les ofreció
dignidad. Por otro lado, quienes no formamos parte de ese “pueblo marginado”
nos apartamos y no creímos en el señor Chávez ni en su revolución. Entonces
llegó la división tajante entre nosotros, que no era nueva solo que ahora se
maximizaba, como si hubiésemos construido un muro invisible que nos separa.
Entonces quienes están de un lado creen tener la razón y los otros están locos,
eso sirve para ambos chavistas y opositores, como si no fuéramos venezolanos
todos.
Pienso que cuando nos encontremos como un solo pueblo y nos
valoremos los unos a los otros podremos salir adelante y caminar juntos hacia
un mejor futuro. Esa frase suena a eslogan de campaña política pero no lo es.
De verdad lo creo, y sé que no soy la única que piensa así.
A veces escucho cosas muy fuertes que me duelen en el alma
porque son como bofetadas mientras sonríes, es decir, uno anda en la onda de
hacer bien las cosas, del esfuerzo, el trabajo para lograr los cambios en la
sociedad y se encuentra con personas que teniéndolo todo se siguen quejando,
que son capaces de mirar con desprecio a otros que tal vez no han sido tan
afortunados, de burlarse o no querer estar cerca de ellos porque no están a su
nivel. En esos momentos he llegado a pensar que nos merecemos todo lo que nos
pasa porque no estamos a la altura de las circunstancias, y que ojalá ocurra todo
eso que tememos y definitivamente se instale una dictadura o lo que sea, a ver
qué es lo que vamos a hacer.
Menos mal que solo son pensamientos efímeros, que
desaparecen rápido y sin dejar heridos. Lo que queda es la certeza de que hay razones
para seguir teniendo esperanzas, la luz no se apaga, y por cada persona
desubicada hay mil que están haciendo las cosas bien, que saben que necesitamos
evolucionar como sociedad y vamos hacia allá.
Haciendo un inventario de todo lo bueno y lo no tanto, lo
que me gusta y me apasiona así como aquello que me incomoda, yo amo este país
porque es mío, con todo lo que trae. No dejaré de criticar lo que piense que se
puede hacer mejor, pero no me avergüenzo de haber nacido aquí y llevar esta
sangre caliente y medio loca, es un orgullo ser venezolana. Y ser venezolana para mí significa amar y
respetar a este país completico, a todos los que aquí nacimos, vivimos y
caminamos por sus calles, a los que hoy no están presentes también. No quiero
seguir perdiendo el tiempo en odios y divisiones, vengan de donde vengan, lo
que me importa es el bien para este pueblo donde me incluyo y donde definitivamente
debemos sentirnos incluidos todos.
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